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Laguna de Apoyo

Managua, 3 jul.- Luego de recorrer más de 40 kilómetros al suroeste de Managua, capital de Nicaragua, Orbe llegó hasta Catarina, en el departamento de Masaya. Allí, una pendiente devenida mirador nos acercó visualmente a uno de los lugares preferidos por nacionales y extranjeros en la nación centroamericana: la laguna de Apoyo.

La historia cuenta que se formó hace unos 21 mil años como consecuencia de la explosión del volcán Pre-Apoyo, considerada por expertos la detonación de esta naturaleza más grande del país en los últimos 50 milenios.

De acuerdo con estudios científicos, la laguna-declarada Reserva Natural en 1991- ocupa el fondo de la antigua caldera de explosión y hundimiento (tipo Krakatoa), con un diámetro de seis kilómetros y una profundidad estimada de 200 metros. El embalse se autoabastece de manantiales subterráneos, y producto de su origen volcánico, en algunas partes emanan aguas termales, lo cual permite que la temperatura general del líquido oscile entre los 25 y 30 grados Celsius.

Entre sus características destaca, por ejemplo, que es ligeramente salobre, lo cual dio nacimiento a su nombre, proveniente de atl-poyec(agua salobre), así como también atl-pol-co (lugar del agua grande).

Historiadores afirman que el sitio se hallaba rodeado por pueblos indígenas, y por la peculiaridad antes mencionada y el difícil acceso, no era tan frecuentado por los pobladores.

Situada en medio de una región carente de ríos y junto a un bosque de cierta densidad, esta reserva natural resulta muy atractiva para la fauna silvestre. De ahí que el visitante puede encontrar, casi sin proponérselo, ejemplares de monos congos, venados y coyotes. Además, en el interior de la laguna habitan pecescomo guapotes y mojarras.

Aunque estos últimos no son comunes en agua dulce, biólogos locales aseguran que los de allí son autóctonos y pudieron haber llegado a través de fuertes vientos provocados por huracanes o introducidos por humanos.

De este modo, es uno de los destinos más demandados por turistas nacionales y foráneos, y cada año vienen hasta estos parajes cientos de forasteros, sobre todo en época de verano.

Si bien algunos prefieren quedarse en las alturas y contemplar su magnitud con una vista privilegiada, otros deciden ir más lejos, bañarse en sus cristalinas aguas y hasta bucear en ellas. (PL)