José Martí y sus necesarias advertencias sobre Estados Unidos
‘Ni se debe exagerar sus faltas de propósito, por el prurito de negarles toda virtud, ni se han de esconder sus faltas, o pregonarlas como virtudes’, escribió el Héroe Nacional de la mayor de las Antillas, a cuya búsqueda de la independencia consagró la mayor parte de su vida, acabada en combate contra el colonialismo español el 19 de mayo de 1895.
Tales palabras emergieron de la gran capacidad de análisis del político, escritor, periodista, poeta, diplomático y orador, quien vivió casi una década y media en Estados Unidos.
A ese país lo conoció muy bien, desde sus mismas entrañas, y fue suficientemente certero en sus descripciones, algo que muy pocos contemporáneos pudieron lograr a finales del siglo XIX.
Casi 130 años después de ser publicados en el periódico Patria, aquellos criterios del insigne patriota antillano, y otros abordados magistralmente en la publicación que él mismo creó el 14 de marzo de 1892 en Nueva York, muestran una descomunal vigencia.
‘Es de supina ignorancia, y de ligereza infantil y punible, hablar de los Estados Unidos y de las conquistas reales u oponentes de una comarca suya o grupo de ideas, como de una nación total e igual, de libertad unánime y de conquistas definitivas’, apuntó Martí.
Con una rápida ojeada a la postura actual de Washington hacia los países al sur del Río Bravo y su declarado esfuerzo por revivir la Doctrina Monroe resulta suficiente para percatarse de cuánta razón sigue teniendo el Apóstol.
Por estos tiempos son habituales las agresiones de Estados Unidos contra Nicaragua, Venezuela y Cuba, esta última nación que sufre hace casi 60 años un bloqueo económico, comercial y financiero de su vecino del norte.
Según Martí, ‘es de gente menor, y de la envidia incapaz y roedora, el picar puntos a la grandeza patente, y negarla en redondo, por uno u otro lunar, o empinársele de agorero, como quien quita una mota al sol’.
‘Pero no augura, sino certifica, el que observa cómo en los Estados Unidos, en vez de apretarse las causas de unión, se aflojan’, precisó el Maestro.
También, expuso a continuación, ‘en vez de resolverse los problemas de la humanidad, se reproducen; en vez de amalgamarse en la política nacional las localidades, la dividen y la enconan’.
Para estudiosos de la obra martiana, releer en la actualidad sus textos en Patria constituye la confirmación de que Martí escaló desde allí al punto más elevado de su periodismo, iniciado cuando aún era un imberbe.
Las páginas de ese medio divulgaron también las orientaciones del héroe para guiar a un pueblo y ponerlo en pie de guerra nuevamente, tras el fracaso de la contienda de los Diez Años (1868-1878) contra el colonialismo español.
Además, la labor martiana a favor de la unidad encontró cauce en los futuros revolucionarios, en los patriotas veteranos, en los jóvenes, en las madres, en los escépticos, pues se trataba de una obra urgente de propaganda, conciliación y explicación política.
Previamente a su entrega total a la preparación de la Guerra de 1895, Martí también evidenció una profunda capacidad para abordar sus ideas sobre Estados Unidos en la revista La América de Nueva York, de la cual fue colaborador, redactor y director en 1883 y 1884.
Sin embargo, ese no fue el único medio desde el cual alertó y orientó con sus Escenas norteamericanas, crónicas de enorme valor que aparecieron en disímiles periódicos latinoamericanos como La Opinión Nacional, de Caracas; La Nación, de Buenos Aires; y El Partido Liberal, de México. De acuerdo con el estudioso cubano Pedro Pablo Rodríguez, director de la Edición Crítica de las Obras completas de Martí, La América de Nueva York resulta la primera publicación sistemáticamente asumida por el Apóstol con plena responsabilidad editorial para expresar aspectos de su pensamiento.
Martí nunca negó los valores del pueblo estadounidense y sus adelantos, y elaboró juicios críticos desde una posición activa que tuvo estrecha relación con el contexto económico, político y social circundante.
No le regateó al pueblo y la cultura norteamericanos su valor desde la crónica, que fue enormemente crítica y estuvo hecha para advertir sobre los riesgos imperiales de una potencia tan fuerte frente a repúblicas tan pobres, considera la investigadora Carmen Suárez.
‘Ver grandeza, hace grande: -quien entre en un taller norteamericano, donde las máquinas ruedan y rugen, y susurra el vapor y cuchichea, y pasan hombres con montes de artefactos a la espalda, y asciende el elevador (…), no se asombra de que tales aprendices de taller hayan hecho tal pueblo’, anotó Martí.
‘Lo maravilloso les es natural, porque se crían en ello. Lo acometen todo, porque lo han visto acometer todo. De nada se sorprenden, porque viven en medio de lo sorprendente’, puntualizó en agosto de 1883.
Hace daño, añadió en ese material intitulado Invento muy útil, a la inteligencia de los hombres quien les cuenta un hecho desnudo, y no lo engrana con los demás hechos humanos.
En el texto El Puente de Brooklyn, para especialistas y menos avezados una joya literaria de ayer, hoy y mañana, Martí subrayó que tanto los creadores de la obra como quienes lo mantenían y lo cruzaban ‘parecen, salvo el excesivo amor a la riqueza que como un gusano les roe la magna entraña, hombres tallados en granito’.
Como todo un maestro del buen decir, comenzó con ‘Palpita en estos días más generosamente la sangre en las venas de los asombrados y alegres neoyorquinos: parece que ha caído una corona sobre la ciudad, y que cada habitante la siente puesta sobre su cabeza…’, y al lector le resulta imposible parar hasta el punto final de ese trabajo.
El escrito, al parecer de Suárez, es un rarísimo ejemplar de fusión entre literatura y tecnología, y Rodríguez lo califica como un alarde de información técnica, con opinión y enseñanza ética también.
A criterio de ese último investigador, Martí indicó una relación entre dos rasgos de la psicología social norteamericana: la conciencia de la fuerza propia y el alma metalificada.
Dichos aspectos fueron apreciados por el ilustre cubano en la base del camino que tomaba Estados Unidos dentro de una modernidad que implicaba lo material sobre lo espiritual.
‘Todo es ferrocarril, teléfono, telégrafo. La actividad es tremenda, el sueño inquieto, el ansia permanente. Las fuerzas no se reparan en el grado que se pierden. Se siente que la vida en estas ciudades se consume, adelgaza y evapora’, subrayó en abril de 1884.
Frente el panorama descrito, el optimismo martiano estuvo afincado desde agosto de 1883 cuando en el texto Un mastodonte planteó que ‘da gozo ver a los hombres de ahora. Puede asegurarse que ya empieza la época de la verdadera revelación: La del hombre a sí propio’.
Sin dudas y con el conocimiento de las verdaderas intenciones de Estados Unidos, Martí alertó reiteradamente sobre los afanes y las posiciones anexionistas del poderoso país.
Por eso, un día antes de su desaparición física planteó en carta inconclusa a su amigo Manuel Mercado: ‘ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber, puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo, de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América’.
(Prensa Latina)