Joel Jover en un nuevo punto de partida

La Habana, 9 ene.- A veces los creadores de largo aliento dan un paso al costado, nunca atrás, para mirarse por dentro y afrontar nuevos retos. Es lo que ha hecho Joel Jover (Puerto Tarafa, Nuevitas, 1953) con la exposición desplegada en la sede agramontina de la Asociación Hermanos Saíz, espacio de lujo dentro del circuito nacional de las artes visuales.

El vacío es una colección de cuadros de variables formatos que fue realizando en medio de la pandemia del coronavirus. Son estas las primeras de las más de cien obras de la serie, seleccionó una decena, de medianas proporciones, en lo que constituye un ejercicio extremo de austeridad.

Nada y mucho tiene que ver este Joel con la producción que le ha granjeado un lugar destacado en el panorama de las artes plásticas cubanas de los últimos decenios y en su proyección internacional. Quisiera que, a primera vista, los espectadores se colocaran en una especie de punto de partida.

Explica: “Ahora mismo, que están viendo estos cuadros, no podrán dejar de pensar que tienen un amigo o una amiga que ya pintó obras como estas, o al menos parecidas; sentirán la molesta sensación de haberlas visto antes. Todo esto será cierto; si algo no pretenden estas pinturas, es la de ser, o parecer, originales. Luego de 50 años buscando afanosamente la originalidad, he llegado al vacío, y estos cuadros son el resultado”.

El punto, el círculo y la circunferencia están a la orden en superficies limpias, planas, mero sostén de la geometría. ¿Guiños al arte óptico? Sin dudas. Por momentos, alusiones a la estética pop, al uso de la cartelística polaca que, de seguro, tanto Jover asimiló de las revistas de ese país que circulaban en la Isla en tiempos de su juventud. 

Pero ni en uno u otro caso, la referencia poética apunta a la ortodoxia. Cada composición se resuelve en sí misma como quien muestra una nueva simplicidad, un receptáculo que invita a ser colmado por la experiencia o la vivencia de cualquier espectador, basta con que esté dispuesto a mirar.

Joel nunca ha abandonado su veta filosófica. Pocos años atrás, cuando exhibió la muestra Retorno a la inocencia, echó mano a la frase del español Antonio Machado, quien escribió sobre “la segunda inocencia que da en no creer en nada” para sustentar los deseos de “liberarme de las ataduras de un arte serio que ya me resulta aburrido y pedante”.

Hay que penetrar más allá de la boutade del pintor. El pensamiento del artista y del espectador se activan también, aunque de manera diversa, cuando se produce un encuentro vivificante como este, en medio de un viaje a la semilla. Otra cosa no es El vacío, sino un viaje muy serio, y para nada aburrido, hacia la recuperación de la sensibilidad primaria, a la realidad de los signos elementales. Ya nos sorprenderá Joel con nuevos y complejos arrestos, muy pronto, como los que suceden a un vacío que se ha ido llenando entre tempestades y sueños. (Texto y foto: Granma)