[:es]En la guerrilla se fraguó conciencia revolucionaria de combatiente santacruceño[:]
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Las amenazas constantes de los guardias rurales, los golpes recibidos para sacarle información, la mala racha de su padre en el tiempo muerto estimularon al adolescente de algo más de 14 años a mudarse para la casa de un tío suyo en la Sierra Cristal, en la zona oriental de Cuba.
Arturo Marrero González está próximo a cumplir 75 años, pero de su memoria no se le ha borrado ninguna anécdota personal de importancia.
“Tres primos míos se habían alzado. La gente de Batista quería que les dijera si eso era cierto. Cuando se dirigían a mí con insistencia amenazadora le respondía no conocer el paradero de ellos. Los vestidos de amarillo me sonaron en una oportunidad por no quererle informar lo que deseaban saber”.
El muchacho de Dos Ríos, del municipio San Luis en Santiago de Cuba, hizo contacto con los rebeldes en los mismos predios de su pariente. “Me fui loma arriba calzando unos zapatos corte bajos. A los pocos días papá se encargó de hacerme llegar un par de botas de buena calidad”.
El 17 de julio de 1958, ya estaba bajo los órdenes del Capitán Tomassevich (General de División, fallecido). Al mes siguiente, el día 22 cumplió los 15 agostos el bisoño guerrillero.
“Habían muchos jovencitos en la tropa. Se nos asignaban las guardias en distintas áreas del campamento, aunque siempre estábamos acompañados por un compañero de mayor experiencia”, evocó
Meses después queda al mando del primer Teniente Tomás Pena, en el pelotón de la Compañía Abel Santa María. “Todos soldados de corta edad formábamos parte de la retaguardia. En los ataques a los cuarteles de Songo la Maya, San Luis, Palma Soriano y Contramaestre nos encargábamos de interrumpir las comunicaciones además cortar los cables del tendido eléctrico.
Éramos los escopeteros los responsables de hacer las emboscadas. En caso necesario debíamos detonar las minas. Lo que sucedía era que una vez tomadas esas poblaciones y sus alrededores ningún refuerzo enemigo podía tener acceso a ellas. El intento nunca se produjo por el adversario”.
Por Radio Rebelde las fuerzas del Ejército Rebelde escuchan el llamado de Fidel a no permitir el golpe de estado tras la fuga del sanguinario presidente Fulgencio Batista. El pueblo se movilizó para impedirlo.
La caravana de la libertad hacia La Habana se iluminó de las sonrisas victoriosas de los barbudos. “Fue una trayectoria muy hermosa. Las multitudes nos saludaban, vociferaban consignas revolucionarias por doquier. Los hijos de la insurrecta Isla, de punta a cabo, estaban muy emocionados.
Se había obtenido la definitiva victoria, la que tenemos que proteger a cualquier precio como nos lo pidió nuestro eterno Comandante en Jefe.
En la guerrilla se fraguó mi conciencia combativa e insurgente, la solidaridad, la pujanza de las ideas patrióticas”, puntualizó Arturo.[:]