Educador jubilado regresa al aula en Santa Cruz del Sur
Santa Cruz del Sur, 11 abr.- Antes fue trabajador gastronómico en el hotel de Niquero, poblado perteneciente a la provincia de Granma; anduvo en brigadas como técnico de soportería y construcción ayudando al montaje de la fábrica de fertilizantes de Cienfuegos y la termoeléctrica del municipio camagüeyano de Nuevitas. Colaboró entusiasta en el levantamiento de casas en la Isla de la Juventud (otrora Isla de Pinos).
Enrique Reynaldo Hernández Torres retornó al terruño natal de Niquero. Antes había subido los cinco picos igual cantidad de veces. En cuanto el joven rebelde se enteró que por esa zona hacían falta educadores corrió a anotarse. “Yo estaba seguro que quería ser maestro”, evocó.
Las preparaciones metodológicas formaron técnicamente a otros muchos y a él para enseñar a los educandos. “Hasta me ofrecía, dijo, para impartir clases prácticas en esos seminarios. Así subsanaba los errores. En esta profesión quien aprende bien educa bien”.
Su hermana que vivía por esa época en la comunidad de Cándido González, ubicada en el territorio, lo incitó a convivir con ella. “Acepté. Al presentarme a la Dirección Municipal de Educación fui designado para una escuela rural para impartir el primer ciclo (de primero a cuarto grado).
Dije que yo tenía experiencia en quinto y sexto. Pero los directivos contestaron que mi título decía Maestro de Enseñanza Primaria. Entendí el mensaje”.
Se jubiló en este quehacer. Muy poco tiempo estuvo descansando junto a su familia en la vivienda situada en El Carmen, sitio rural de “Cándido González”. “Los compañeros del Departamento de la Educación Primaria solicitaron mi apoyo. Decidí reincorporarme, me ubicaron en el plantel Raúl Peña González, de Los Ingleses, alejado tres kilómetros de donde resido.
EL padre de un niño inicialmente me prestó una bicicleta, porque no me gusta llegar tarde al centro. Como el transporte por ferrocarril mejoró en esta zona puedo viajar en el coche motor. La puntualidad, recalcó, forma parte de la ejemplaridad de cualquier educador”.
Hernández Torres se encarga del aprendizaje de seis discípulos, cinco de ellos del sexo femenino, que cursan del segundo al cuarto grado. “Ya cumplí los 75 años y tengo 46 de labor, pero estoy bien de salud, en plena capacidad. Ojalá pudiera llegar hasta los 100 en esta bella tarea”, señaló eufórico.
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