[:es]Cuidar a Fidel: el mayor de los honores[:]
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Cuidar a Fidel ha sido el honor más grande que pude recibir jamás, afirma Yudy García Delís, administradora del cementerio patrimonial de Santa Ifigenia, en la ciudad de Santiago de Cuba.
El primer recuerdo de Yudy sobre Fidel es un acto masivo que vio por el televisor en la casa de una vecina, en su natal Güira de Jarahueca en Matahambre, un pueblito del municipio de Songo-La Maya, de la provincia santiaguera.
Desde pequeña sintió mucha admiración por quien finalmente llevó al pueblo cubano a alcanzar su independencia verdadera y conquistó tantos derechos para todos.
Cuando ella soñaba con ser como su maestra Lena, y tiza y borrador en mano impartía clases de Español e Historia, fantaseaba con la trayectoria de los jóvenes que asaltaron el cuartel Moncada y subieron a las montañas, muy cerca de donde vivía.
Se fue a la Isla de la Juventud a hacerse profesora, pero su mamá se enfermó y tuvo que regresar a cuidarla, comenzar a trabajar como sanitaria en un campamento de café y estudiar en la Facultad Obrero Campesina del municipio de Segundo Frente.
Por su sensibilidad y actitudes para dialogar con las personas, la promovieron como dirigente de los Comités de Defensa de la Revolución en su localidad natal.
Cuando se mudó al poblado de El Cristo, del propio territorio santiaguero, se desempeñó como cuadro en la dirección de Servicios Comunales, organismo por el que transitaría por varias responsabilidades, incluyendo la de atender las 20 funerarias y 122 cementerios de la provincia.
El 14 de abril último cumplió un año en su cargo actual de administradora de la necrópolis, sin imaginar que alguna vez asumiría tamaña tarea de cuidar este altar sagrado de la Patria, como mujer, como revolucionaria, con lealtad y amor, expresa.
Es un monumento sencillo, como lo fue Fidel, el que atesora sus cenizas, pero con mucho simbolismo, bello, y mantenerlo así, con la participación de todo el colectivo de trabajadores, es un compromiso conmigo misma, con la Revolución y el mundo, agregó.
Muchas son las personas que vienen a homenajearlo, de todas partes, gente de pueblo y personalidades, recuerda Yudy, y acto seguido le viene a la mente su experiencia con Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, por la huella que dejó en ella.
Maduro llegó manejando el carro que lo transportaba. Yudy lo saludó temblando como una hoja de papel, impactada por la historia de este hombre y su gran estatura física.
Él depositó flores ante Fidel y luego fue a rendir tributo a Martí, ocasión en que ella le explicó sobre los cinco entierros del Héroe Nacional y los escudos de los países latinoamericanos que rodean su tumba, entre los cuales está el de Venezuela al lado del cubano, cuenta.
Conmovido por el simbolismo de todo el lugar, el Presidente fue hasta la Llama Eterna y regresó, solo con su familia, a la tumba del Comandante.
Maduro me invitó —junto a dos compañeros del cementerio— a conocer el Cuartel de la Montaña, donde le hice Guardia de Honor a Hugo Chávez, y visité varios lugares vinculados con la vida y obra del Comandante de la Revolución bolivariana, afirma García Delis.
Entre ellos, rememora con especial cariño la casa donde vivió Chávez, así como el río Canaima donde tuvo la posibilidad de hacer el mismo recorrido que hizo él en unión de Fidel.
Yudy simultanea hoy la atención a todos los visitantes y la gestión de los servicios del camposanto, lo que implica mucha entrega a sus 45 años de edad, pero siempre se le ve con una sonrisa.
Casi al despedirnos, me confiesa —y pareciera como la revelación de su esencia misma— que cuando tiene “la batería baja”, y siente que es mucho el trabajo, la recarga con Fidel, pensando en su incansable espíritu. (Gretchen Gómez González/ ACN) (Foto: Miguel Rubiera Justiz/ ACN)[:]