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[:es]Con más de 100 años de existencia imprenta santacruceña todavía es útil (+ Fotos)[:]

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Santa Cruz del Sur, 4 ene.- El necesario entusiasmo le sigue haciendo bien a Moisés Golles Guerra (El Mellizo), el operario de más tiempo de labor en la imprenta de esta localidad.

“Desde niños mi hermano Aleido y yo fuimos empleados por Raúl García el expropietario de este local. En esa etapa dejamos los estudios al finalizar el quinto grado. El dinero en la casa hacía mucha falta”.

Casi medio siglo lleva dedicado a confeccionar documentos y diversos modelos. “Aquí tenemos dos impresoras y una guillotina. Estas máquinas son más viejas que matusalén”, sonríe ruborizado.

“Fueron fabricadas, agregó, por la compañía norteamericana perteneciente, según tiene grabada en una de sus partes, a Chandler y Price. Observe lo bien que se mantienen, ya sobrepasan los 100 años”.

La instalación, muy bien remozada, se subordinada al combinado productivo de este terruño, según atestiguó su subdirectora Estela Roca Peláez. “Somos dirigidos por la Empresa Provincial de Industrias locales”.

El 2016, no fue favorable para el quehacer tipográfico. “La falta de papel golpeó mucho, lo que perjudicó el plan acumplir en cada mes equivalente a los 17 mil pesos”. Cuando terminó diciembre al pequeño colectivo le fue imposible consumar el objetivo. De los 20 mil 400 a recaudar en los 12 meses, sólo ejecutaron el 76 %.

 “Esperamos, dijo optimista la fémina, en el actual calendario recibir la materia prima indispensable para recibir los pedidos que nos hacen las empresas, organismos, centros de trabajo y las dependencias del Poder Popular. La voluntad de prestar servicios permanece”.

Moisés ya se había jubilado igual que Aleido. “Los jefes nos fueron a buscar a la casa, pues a los jóvenes no les motiva este quehacer. Hay un muchacho aprendiendo, vamos a ver si continúa interesado. El otro mellizo conmigo si no pudo incorporarse porque tiene problemas en el sistema circulatorio. Se mantiene encamado”, termina nostálgico.

Los añejos aparatos fueron traídos otrora desde Cleveland, Ohio. “Los tenemos engrasaditos y si el problema es grave, se les avisa a los técnicos de nuestra empresa”, señala el empleado, quien a cada uno de los artefactos los considera como propios: “Son mi vida, reportero”.

Al recibir la administración de la imprenta las solicitudes de servicio se las entrega a Golles. Él revisa el original a procesar, toma las medidas, busca el molde de hierro adecuado para organizar la tarea, colocándole poco a poco los números y letras de distintos tamaños hechos a base de plomo. En estricto orden se guardan en varias gavetas. “Conozco de memoria en qué cajoncito se encuentran las cifras y caracteres para cada ocasión”.

Vuelve dispuesto hacia el armatoste en que colocará la horma a usar, entinta meticuloso la abertura convenida, al unísono impulsa la correa para que se produzca el arranque. Moisés nos sorprende casi en la despedida, estampa en pulcra hoja, con resaltada tinta,  el nombre de Fidel. “Gracias al Comandante en Jefe,  estudiamos mi hermano y yo hasta el noveno grado”.

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