Alimentar la miseria, regla de oro del capitalismo

Alimentar la miseria, regla de oro del capitalismoRecientemente se ha sabido la noticia: una de cada ocho personas en el mundo padecen hambre. Pero lo cierto es que no ha habido nada de impactante en dicha información, año tras año las cifras de hambruna oscilan en torno a ese valor, a pesar de la ya casi quincenaria pretensión de Naciones Unidas de arribar al 2015 con indicadores menos alarmantes.

Lo cierto es que el cumplimiento de los objetivos de apoyo al desarrollo de los países menos adelantados resulta bastante cuestionable. Si bien mediante las diferentes instancias de la ONU la ayuda humanitaria ha sido una premisa de la comunidad internacional, muchas veces todo queda en promesas. Sépase que más de una vez Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, se ha negado a saldar sus millonarias deudas con Naciones Unidas.

La creación de dicha organización como institución encargada de mantener la paz universal y asegurar la unidad y el apoyo entre los países independientes, significó un importante paso en la integridad mundial. Pero el curso de la historia demostraría una vez más que los de arriba siempre se las ingenian para aplastar a los de abajo.

Durante su intervención en la Cumbre del Milenio, el entonces presidente cubano, Fidel Castro Ruz, retrató con vehemencia a la ONU:

“No se habla siquiera de reformar radicalmente esta vetusta institución, nacida hace ya más de medio siglo, cuando sólo existían unos pocos países independientes, y convertirla en un órgano que represente verdaderamente los intereses de todos los pueblos del mundo sin que exista para nadie el irritante y antidemocrático derecho de veto, e iniciar un sano proceso que implique la ampliación del número de miembros y la representatividad del Consejo de Seguridad como un órgano ejecutivo subordinado a la Asamblea General, la cual debería tomar las decisiones en temas tan vitales como la intervención y el uso de la fuerza.”

Precisamente, muchos de esos que sufren hambre hoy son víctimas de los brutales y hasta sin sentido conflictos bélicos que tan de moda están en estos tiempos. Por día, decenas de hombres y mujeres se ven obligados a dejar atrás la tierra que los vio nacer, incluso la familia misma, a causa de la guerra.

No es casual tampoco que en las regiones donde se concentra el mayor cúmulo de hambrientos, se reporte la menor proporción de población carente de servicios de saneamiento mejorado, así como los más altos índices de mortalidad infantil y materna, de infectados de tuberculosis y SIDA, y de personas viviendo en tugurios.

Pobre y hambriento no es solo aquel que carece de las materias básicas necesarias; sino también de los servicios básicos necesarios: educación, salud, saneamiento.

Pero lo peor de todo es la desfachatez de quienes se han atribuido descaradamente la misión de salvar al mundo, y terminan manipulando a los más débiles con mañosos tratados y falsas recetas: empresas transnacionales explotadoras, tratados desiguales de libre comercio, organizaciones internacionales títeres; cuentan entre las tantas maniobras disfrazadas de buena voluntad.

“En nuestro mundo -diría Fidel en su histórico discurso de la Cumbre Mundial de Naciones Unidas- reina el caos dentro y fuera de nuestras fronteras. Leyes ciegas son presentadas como normas divinas que traerán la paz, el orden, el bienestar y la seguridad que tanto necesita nuestro planeta. Eso quieren hacernos creer.”

La realidad de hoy no augura un futuro seguro para aquellos que viven bajo la sombra de la miseria. Si alguien llegó a pensar alguna vez que dándole a un hombre un dólar al día solucionaba todos sus problemas, sepa que esa es hoy una meta inalcanzable. La pobreza no solo se traduce en la carencia de solución para las necesidades materiales básicas; esos obligados a vivir en la pobreza suelen, además, sufrir exclusión social, discriminación y desempoderamiento. (Foto: Archivo.)

Por Arailaisy Rosabal García/Colaboradora de Radio Cadena Agramonte.