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Guerra psicológica: la forma habitual de comenzar una guerra

Guerra psicológica: la forma habitual de comenzar una guerraLos tambores de la guerra contra Irán suenan ya de forma atronadora tras el extenso artículo publicado este domingo en el NYT por el periodista israelí Ronen Bergman. Es uno de los periodistas de su país con mejor acceso a los servicios de inteligencia y a las altas esferas del Gobierno.

En ningún momento en el texto, aparece una fuente, aunque sea anónima, afirmando que la decisión de bombardear Irán para detener su programa nuclear está ya tomada. Es el propio Bergman el que dice al final que él cree que habrá ataque este año. En su opinión, la mayoría de los dirigentes israelíes están convencidos de que se dan los tres factores que justifican ese paso (tal y como son planteados por el ministro de Defensa, Ehud Barak): capacidad militar para propinar un golpe decisivo, apoyo de EEUU y necesidad imperiosa al haber fracasado los demás intentos de frenar a Teherán.

Sin embargo, el artículo también incluye la opinión contraria de Meir Dagan, director del Mossad entre 2002 y 2011. Dagan sostiene que la campaña de sabotajes promovida por el servicio secreto ha tenido el éxito esperado y que además ni siquiera una campaña de bombardeos puede eliminar ya el programa nuclear.

¿Por qué se han publicado este y otros artículos similares en las últimas semanas? Hay un intento de preparar a la opinión pública israelí para una de las decisiones más dramáticas que puede tomar su Gobierno. Bergman admite que la sociedad israelí vive un momento de alarma ante el temor de que las represalias iraníes alcancen el territorio del país. No hablamos de atentados terroristas contra embajadas israelíes en lugares lejanos, sino del peligro de una lluvia de misiles desde el mismo Irán o Líbano. El Gobierno tiene que hacer ver a sus compatriotas que el ataque es la única alternativa que puede impedir que Teherán termine haciéndose con la bomba nuclear.

Al mismo tiempo, los anuncios velados o directos que surgen de Israel sirven para acrecentar la presión sobre EEUU y Europa en la intensificación de las sanciones contra Irán. Las posibilidades de ir más lejos en la ONU se han quedado reducidas a nada a causa de la actitud de China, lo que no ha impedido que norteamericanos y europeos aprueben un embargo petrolífero, la medida que más daño puede hacer a Irán. Se necesitan unos seis meses para que su economía comience a sufrir las consecuencias, por lo que ahora se abre una ventana de espera para ver qué efectos tiene. Hasta entonces, Israel seguirá metiendo miedo.

¿Qué actitud adoptará EEUU? No parece aventurado señalar que un ataque sobre Irán puede acabar con las aspiraciones de reelección de Obama, incluso sin contar con el efecto que tendrá en la base demócrata. No haber cerrado Guantánamo puede ser algo decepcionante para ellos, pero esto es mucho peor. Deshacerse de Bush y los neoconservadores no habría sido suficiente para impedir otra guerra en Oriente Medio.

El principal riesgo es económico. Un aumento espectacular del precio del petróleo, casi seguro si el conflicto afecta al tráfico de crudo en el estrecho de Ormuz, devolvería a la economía norteamericana a la recesión. Y la economía será el gran campo de batalla del duelo de Obama contra el candidato republicano.

Pero eso vale sólo hasta la fecha de celebración de las elecciones en EEUU. ¿Qué ocurrirá a partir de principios de noviembre? ¿Puede mantenerse EEUU alejado de los planes militares israelíes? Es poco probable que Obama, si es reelegido, se atreva a condenar de forma tajante un ataque ordenado por Netanyahu. La apuesta israelí es convencer a Washington de que la decisión está tomada y que sólo tendrá éxito si EEUU se une a la ofensiva. Pocos creen que Israel tenga la capacidad militar para desarrollar una ofensiva de bombardeos durante varias semanas sin la cual no hay garantía de que los daños sufrido por el programa nuclear sean tan profundos como para retrasarlo durante al menos tres años.

Arriesgarse a una conflagración general en Oriente Medio a cambio de congelar durante menos de un año el programa sería un paso indefendible. Y en la práctica casi obligaría a Irán a abandonar cualquier contención futura y decidirse a fabricar la bomba. Sólo hay que comparar el destino diferente de Iraq y Corea del Norte para apreciar la importancia de contar o no con armas nucleares, aunque no se tenga la intención de usarlas.

Según ha dicho el director de Inteligencia de EEUU, los iraníes mantienen abiertas actualmente sus opciones. Washington desconoce si algún día darán ese paso.

Hablando de guerra psicológica, resulta interesante destacar el papel que está jugando el NYT. Hace unos días, colocó en su portada un artículo que consistía en una sucesión de fuentes israelíes que afirmaban que Teherán va de farol en sus amenazas de represalias en caso de ataque a su programa nuclear (los espías norteamericanos no parecen pensar lo mismo). Rebajar el coste de la guerra es una forma nada sutil de convencer a un socio reticente. También se hizo antes de la invasión de Iraq.

[Por la misma razón, nunca está de más recuperar viejas historias sobre la relación entre Irán y Al Qaeda. Otra conexión argumental con lo que ocurrió con Iraq.]

Quizá por eso el ex director del periódico Bill Keller se decidió a publicar un artículo con el que enfriar un poco estos aires belicistas. Por ejemplo, con la última frase: “Over at the Pentagon, you sometimes hear it put this way: Bombing Iran is the best way to guarantee exactly what we are trying to prevent” (“En el Pentágono, a veces se oye hablar de esta manera: bombardear a Irán es la mejor manera de garantizar exactamente lo que estamos tratando de evitar“). La parte interesante de la frase es la palabra Pentágono.

Por Iñigo Sáenz de Ugarte
Del blog Guerra Eterna

(Tomado de Cubadebate)