El corazón de los pueblos es de los que osan
Era la mañana de la Santa Ana, la multitud santiaguera amanecía en las calles de festivos carnavales. 1953 no sería un año más en la historia de Cuba.
Sería el año de una nueva asonada libertaria, protagonizada por una juventud consecuente con sus principios y convicciones, que tomaba el sufrimiento en carne propia para extirparlo de la sociedad, y de esa forma acabar con politiqueros y autócratas, latifundistas y botelleros.
Era una generación de jóvenes decididos a terminar con los desmanes económicos, con la corrupción y el entreguismo imperantes en una sociedad cada vez más usurpada de sus derechos y libertades.
En el año del centenario del natalicio del Apóstol, esa generación, inspirada en los postulados más radicales y revolucionarios de Martí, tomaba las armas como única vía para obtener la libertad despojada en la contienda de 1895.
Como adalides de toda una época de luchas y sacrificios, cientos de jóvenes con Fidel al frente, fueron a encontrar sus espacios con la muerte y la gloria. Aquella mañana de la Santa Ana entre las estridencias de las trompetas chinas santiagueras, sonaron los disparos que marcarían el derrotero final de la emancipación.
¿Cuántos nombres quedaron consagrados en el libro histórico de la grana batalla? Juan Manuel Aimejeiras, Mario Muñoz, Abel Santamaría, José Luis Tassende, y muchos otros que sembraron con su sangre la semilla de la rebeldía para que todo el pueblo se alzara en aras de conquistar un futuro mejor.
1953 marcó un nuevo rumbo en los destinos de la Patria, los asaltos a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, fueron el motor impulsor de la rebeldía nacional, fue la alborada cuando la Generación del Centenario apuntó sus armas hacia los cuarteles del régimen inspirados en las doctrinas del Maestro: “…el triunfo es de los que se sacrifican y el corazón de los pueblos es de los que osan.”
(Por: Hugo Betancourt Mayoral / Radio Santa Cruz)