Senda olímpica del judo cubano

La Habana, 25 may.-El judo, arte marcial convertido en deporte, oriundo de la tierra del Sol Naciente en Japón, ha tenido campo fértil en atletas de la mayor isla del Caribe con protagonismo en el movimiento olímpico internacional a propósito de la Olimpiada de Tokio, que por la pandemia de la Covid-19 ha sido pospuesta, de este año, para efectuarse del 23 de julio al 8 de agosto de 2021.

Una síntesis histórica permite rememorar que casi siete décadas después de su creación en 1882 por el maestro nipón Jigoro Kano y de su gran labor para darlo a conocer en Europa, África, América y otras naciones de Asia, se introduce en Cuba el deporte de las técnicas de proyección y control, en 1951.

La acción correspondió al también maestro Andrés Kolychkine Thompson (natural de Petrogrado, casado con una cubana y discípulo de profesores japoneses), quien se radicó en La Habana, procedente de la escuela de cinturones negros de Bélgica, con el fin de promocionar el judo en el archipiélago y países vecinos.

Aunque en la etapa inicial se disputaron siete campeonatos nacionales, fundamentalmente para integrantes de clubes e instituciones privadas, no es hasta 1959 tras los cambios económicos, políticos y sociales en Cuba, cuando comienza la organización de la disciplina a lo largo y ancho del país y se establecen proyectos territoriales e internacionales.

Los deportistas de alto rendimiento se van insertando en competencias regionales y continentales, a la vez de que se recibe la asesoría durante siete años de especialistas de la República Popular Democrática de Corea, nación en la que se hicieron bases de entrenamiento.

ASCENSO EN LOS CINCO AROS

Justo es consignar el aporte primario de hombres que sembraron la semilla de triunfos internacionales, entre los que resulta indispensable mencionar a Félix de la Cruz, Luís Gastón, Ibrahím Torres, José Ibáñez, Jorge Alemán, Humberto Medina e Ibrahím Cepero, baluarte deportivo, técnico y en la promoción de salud.

Precisamente, un joven judoca del municipio de Guanajay, en la zona occidental de Cuba, con tan solo 22 años de edad, ascendió a lo más alto del podio de los cinco aros, al titularse en la división de los 63 kilogramos para abrir la senda olímpica en los Juegos de Montreal, en 1976.

Después, de manera consecutiva en las Olimpiadas que asistió el pabellón tricolor desde 1980 al 2012, lo judocas del patio acariciaron los tatamis a ese nivel con las tres medallas de plata de Rafael Rodríguez Carbonell, Juan Ferrer Lahera e Isaac Azcuy Oliva en Moscú-80, los bronces de Israel Hernández en 1992 y 1996, Manolo Poulot en el 2000, Yordanys Arencibia en el 2004 y 2008 , año en el que también ocupó similar sitial Oscar Brayson, y el segundo lugar de Asley González en Londres-2012 para un aporte de 11 metales del judo masculino.

Esa cosecha olímpica la enriquecieron en notable medida las féminas del judo cubano que, como sus compañeros, transitaron inicialmente por los Juegos Centroamericanos en 1986 y de los Panamericanos a partir de 1983, en ambos casos dos décadas después de la incorporación de los varones a las respectivas tablas de medallas en esas lides.

IMPACTANTES EXITOS DE LAS JUDOCAS

Sin hacer mención a su trayectoria mundialista, matizada por incontables triunfos individuales y por equipo, es apropiado reseñar que las judocas debutaron en el movimiento olímpico en 1992 y durante los juegos de Barcelona ganaron nada menos que cuatro medallas: la primera de plata, a través de la singular Estela Rodríguez; una inicial de oro con la holguinera Odalys Revé y dos de bronce mediante Amarilis Savón y Driulis González, quien comenzaba así una ruta consistente en las Olimpíadas.

Como protagonista principal de esa actuación y de los venideros triunfos se erigió al frente del colectivo técnico por más de 25 años un profesor corpulento, exigente, motivador, a veces incomprendido pero a la vez indulgente y con amor de padre, Ronaldo Veitía Valdivie, cuyos resultados impactaron a la sociedad internacional y también al pueblo cubano.

Atlanta-1996 tuvo gran significado para las judocas con otros cinco podios. De nuevo reiteran sus actuaciones del cuatrienio anterior Estela y Amarilis pero llega al firmamento olímpico Driulis para reinar, y asciende dos valores ya con experiencia: Legna Verdecia y Dianelis Luna con sus metales bronceados.

Aún estaba por escribirse una hazaña impredecible porque las isleñas en Australia-2000 se convirtieron en la únicas en desbancar del primer estrado como colectivo a la selección de Japón, en la historia de las Olimpiadas, con los títulos de Legna y la debutante Sibelis Veranes, unido a las medallas de plata de Driulis y de Dalma Beltrán, quien diez años antes había ganado el cetro mundial juvenil.

Los subsiguientes cuatro juegos olímpicos constituyeron plataformas de nuevos eslabones en la cadena de triunfos de las féminas al lograr en Atenas 2004 (plata y cuatro bronce), Beiging-2008 (tres plata y un bronce), Londres-2012 (plata y oro) y Río de Janeiro-2016 (plata) para un total de 25: cinco títulos, y 10 segundos y terceros lugares, respectivamente.

Ante el nuevo compromiso de Japón 2021, ambos colectivos, encabezados en la actualidad por Julio Alderete en el masculino y Yordanis Arencibia, en el femenino, se acondicionan con la finalidad de volver al trono los hombres luego de no lograrlo en la Olimpíada del 2016 y de mantenerse las mujeres, encabezadas por esa morena hermosa y campechana del municipio de Candelaria en la provincia de Artemisa, Idalis Ortiz, la principal figura con su oro en Londres y la plata en Río.

En ella e Iván Silva, entre los ya clasificados, se centran las principales aspiraciones del judo, deporte que ha transitado el sendero olímpico para orgullo del movimiento deportivo en el país y que hoy bajo la dirección del Comisionado y Federativo Rafael Manso desarrolla un trabajo de proyección nacional e internacional, y estimula en los colectivos técnicos la presencia de glorias del deporte, como Arencibia, Sibelis Veranes y Driulis González, tricampeona mundial y cinco veces olímpica, con un reinado junto a otras tres medallas, considerada hasta el momento la más grande de todos los tiempos en Cuba.

Tomado de Cuba Internacional