[:es]La bandera cubana sigue ondeando en Washington (+ Fotos y Video)[:]

[:es]

La mañana de este viernes fue similar a la de cualquier otro día. Los diplomáticos izaron la bandera en el jardín de la casona neoclásica de la Calle 16 de Washington. No hubo ceremonia para recordar el 20 de julio de 2015, cuando quedó oficialmente reabierta la Embajada de Cuba en Estados Unidos.

Desde la reducción de personal decretada por la administración de Donald Trump, los funcionarios cubanos que permanecen en la capital estadounidense apenas tienen tiempo para el descanso. Ningún servicio se ha detenido y la sede mantiene su vitalidad. Una celebración estaría fuera de lugar.

En La Habana, los servicios consulares de la embajada estadounidense se mantienen paralizados y miles de cubanos se ven obligados a viajar a terceros países para cumplir engorrosos procedimientos con el fin de unirse a sus seres queridos. Resulta incalculable el daño humano de las últimas medidas de Washington para las familias a uno y otro lado del Estrecho de la Florida.

Aquel lunes había un tránsito inusual en la Calle 16, que va a morir en las inmediaciones de la Casa Blanca. A una manzana a la redonda de la Embajada cubana no había un solo espacio para parquear. Los camiones de televisión, con antenas gigantes en el techo, ocupaban cada esquina y cientos de periodistas se agolpaban en unas tarimas improvisadas al otro lado de la calle.

Las cámaras se dirigían a las activistas de Codepink, una agrupación de mujeres contra la guerra y el militarismo norteamericano, que portaban carteles de “Salsa sí, bloqueo no” y “Con amor para Cuba”. El ambiente era de fiesta. Algunos improvisaron una rueda de casino en plena calle.

El espacio era una preocupación desde el inicio para llevar a cabo la ceremonia oficial de una noticia anunciada el 17 de diciembre del 2014, pero que tomó varios meses de negociaciones llevar a la práctica.

“Cuba tiene muchísimos amigos y no hay más lugares; siempre se nos va a quedar alguien fuera”, nos había comentado el día antes en la noche José Ramón Cabañas, quien se convertiría en el primer embajador cubano en Estados Unidos en medio siglo.

La ubicación de más de 500 personas en el pequeño jardín de la entrada de la misión era de por sí un asunto complicado, pero se le sumó una sensación térmica en el exterior de 35 grados, incompatible con la vestimenta formal de Washington.

La delegación cubana, una representación de la ciencia, el arte, la política, la juventud y las organizaciones de masas, fue la primera en entrar.

El otro medio millar de invitados fueron llegando poco a poco. Uno de los primeros fue Danny Glover, el famoso actor estadounidense que en Cuba se ganó un cariño especial por su compromiso con la causa de los Cinco.

“Realmente pensamos que esto pasaría antes, pero estoy muy contento de poder asistir junto a personas que han hecho mucho por este día desde el principio. Esta es una victoria para ambos pueblos”, nos dijo.

Y a partir de ahora qué, le preguntamos.  “Lo que sigue es el bloqueo”, nos respondió.

Esa misma interrogante la lanzamos más de una vez durante el tiempo en que se llevaban a cabo los preparativos finales para la ceremonia, que debía iniciar justo a las 10:33 de la mañana por asuntos de la transmisión.

Alicia Jrapko, quien fuera una de las líderes en la batalla por el regreso de los Cinco, coincidió con Glover. “Ahora la lucha es esa y será dura”.

Cerca estaba Bill Delahunt, un veterano de los Pasillos del Congreso por el partido demócrata y pionero en los acercamientos con Cuba. “Me siento emocionado y confiado de que si seguimos adelante el bloqueo caerá”.

El republicano Jeff Flake, otro de los senadores presentes, también mostró optimismo, en particular sobre el proyecto de ley que defendía en el Senado para viajar libremente a Cuba y que contaba con varias decenas de copatrocinadores.

“Esto no se acaba, todavía queda mucho más. Hay cosas de la historia que se deben arreglar”, nos dijo un poco más tarde Peter Kornbull, el analista del Archivo de Seguridad Nacional norteamericano y autor del libro Canales secretos hacia Cuba. La historia oculta de las negociaciones entre Washington y La Habana. “La bandera cubana ondeará en el aire del cambio”, añadió.

Era imposible prever entonces que, apenas un año y medio después, Donald Trump asumiría la presidencia norteamericana y le regalaría la política hacia Cuba a un reducido grupo de legisladores de origen cubano, que si algo había demostrado era su asilamiento del sentir de la mayoría de los estadounidenses e incluso de la comunidad cubana en ese país.

Mucho menos se podía pensar que utilizarían excusas sin valor científico para retrotraer los vínculos a la época anterior al 17 de diciembre.

En ese entonces, los diplomáticos de ambos países comenzaban a entenderse en las mesas de negociaciones, en las que se sentaban en igualdad de condiciones y con respeto a la soberanía de cada cual. Sobre esas bases se lograron una veintena de acuerdos en diferentes campos, desde el restablecimiento de los vuelos directos a la cooperación en asuntos de seguridad.

La delegación estadounidense a la ceremonia estaba encabezada por la secretaria asistente para los Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, Roberta Jacobson, quien había liderado a la parte norteamericana en las rondas de diálogos previas al restablecimiento de las embajadas.

Con ella venían también Ben Rhodes, viceasesor presidencial de Seguridad Nacional y uno de los artífices de la apertura con Cuba; Tom Malinowski, subsecretario para Democracia, Derechos Humanos y Trabajo del Departamento de Estado, y Jeffrey DeLaurentis, entonces Encargado de Negocios de la embajada norteamericana en La Habana.

Las presentaciones oficiales se hicieron dentro de la casa para evitar a los curiosos y las altas temperaturas del exterior. Josefina Vidal, entonces directora general de Estados Unidos de la cancillería cubana, le indicó a Roberta Jacobson la presencia del historiador Eusebio Leal. “Claro que lo conozco”, le dijo Jacobson.

Leal contó brevemente la historia de la bandera cubana que adornaba el segundo piso del interior de la misión, la misma que ondeó por última vez el 3 de enero de 1961, cuando se rompieron las relaciones, y que fue guardada celosamente en la Florida por el propio funcionario que la arrió, y después cedida a un museo en la provincia de Las Tunas, donde este había nacido.

El propio Leal cargaría en sus brazos esa bandera durante el viaje de regreso de la delegación cubana.

En el exterior de la embajada apenas se podía caminar cuando restaban pocos segundos para iniciar. El último en salir fue el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla.

Tres jóvenes de la Unidad de Ceremonia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias lo siguieron con la bandera doblada hasta el pie del asta, la misma que fue instalada unos días antes de que los presidentes se intercambiaran cartas para formalizar el acuerdo diplomático.

“Fue una experiencia única, sin precedente en la historia”, nos confesó después el Mayor Yuniesky Argudín Díaz.

Cuando salió la bandera, cientos de personas reunidas en la acera de enfrente a la embajada comenzaron a corear “Cuba sí, bloqueo no” y después se escuchó un nombre inconfundible “Fidel”.

En ese mismo lugar, pero 56 años antes, se reunió una multitud similar para conocer al abogado y guerrillero que había hecho una Revolución en Cuba. Los organizadores de la visita le recomendaron que saliera al balcón a saludar. “Yo no soy un hombre de balcones”, dicen que dijo y se fue a saludar al pueblo.

El propio canciller cubano izó esta nueva bandera. Alguien trató de aprovechar el silencio para provocar, pero todo el mundo tenía sus ojos puestos en la estrella solitaria contra el cielo azul y despejado de Washington.

Las notas del Himno de Bayamo comenzaron a sonar por primera vez en Washington en más de medio siglo. Muchos de los presentes lloraron y todo el mundo lo pensó: así se hace la historia.

Habría que esperar unos días para el acto oficial en el Malecón habanero que dejó abierta la sede diplomática estadounidense, que hoy apenas cuenta con el personal de emergencia.

Hoy, cuando se cumplen tres años de aquellos acontecimientos, hay pocos motivos para celebrar. Pero la bandera cubana, la de la estrella solitaria y libre, sigue ondeando en Washington. 

Foto: Silvio Rodríguez/ Segunda Cita

Nuestra delegación en nuestra embajada. Foto: Silvio Rodríguez/ Segunda Cita

Foto: Silvio Rodríguez/ Segunda Cita

La Subsecretaria de Estado Roberta Jacobson asistió a la ceremonia en la Embajada Cubana, 20 de julio de 2015. Foto: Bil Hackwell.

Abarrotada la Embajada cubana para la ceremonia de reapertura. Foto: Bill Hackwell.

Reabre la Embajada de Cuba en Washington. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate

Josefina Vidal, Directora General de Estados Unidos del MINREX, y José Ramón Cabañas, Encargado de Negocios de la Embajada de Cuba en Washington. Foto: Bil Hackwell.

La bandera que fue arriada el 3 de enero de 1961, presidirá también la ceremonia de apertura de la Embajada de Cuba en Washington. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate

[:]