Bloqueo, cerco que mata

Bloqueo, cerco que mataCuba denunció en Ginebra, ante el Consejo Económico y Social de la Organización de las Naciones Unidas, la incautación de fondos por los Estados Unidos destinados por entidades globales a apoyar la lucha de la Isla contra el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), la malaria y la tuberculosis. Se trata de cuatro millones 207 mil dólares entregados por el Fondo Mundial de lucha contra esas tres enfermedades y que fueron ocupados por las autoridades norteamericanas a cuenta de las disposiciones extra territoriales incluidas en el cerco a la mayor de las Antillas, el cual ya se extiende por cinco décadas. 

Esta acción se suma a las directivas oficiales norteamericanas las cuales evitan que nuestro país pueda operar sus cuentas en la divisa gringa, o no tenga acceso al más mínimo crédito de las entidades financieras controladas por la primera potencia global.
 
Tal acto constituye no solo una política de asfixia económica, sino un suceso de deliberado genocidio contra el pueblo cubano al intentar privarle de medicamentos, alimentos y otros insumos vitales.
  
No por gusto la comunidad internacional viene reiterando  en el seno de la Asamblea General de la ONU, la urgencia de que Washington ponga fin a esa práctica asesina contra su pequeño vecino del Sur, el cual a pesar de todo, exhibe éxitos en materia de salud pública, entre otros campos donde se erige referente mundial.
  
Sin embargo, la prepotencia y la doblez de las fuerzas reaccionarias del imperio no ceden ápice en el caso del bloqueo a Cuba.
  
Mientras se esgrimen argumentos “humanitarios” para invadir y bombardear naciones a lo largo y ancho del planeta, se intenta matar por hambre, desatención y penuria a un país, 70 por ciento de cuya población no ha conocido otra cosa en su vida que las limitaciones y los rigores del bloqueo.
  
Nación, por ejemplo, cuyos niños enfermos de cáncer se ven privados de tratamientos con preparados indispensables para prolongar su vida, porque no pueden ser adquiridos en los Estados Unidos.
  
Territorio atacado, además, con virus y bacterias mortales provenientes de suelo norteamericano, como los que produjeron la epidemia de dengue hemorrágico en 1981, el cual mató en pocas semanas a 158 ciudadanos, de ellos 101 pequeños.
  
O la que mucho antes, en los años 70, casi desmanteló la producción porcina nacional con la ponzoñosa fiebre destinada a poner en crisis nuestras fuentes de alimentos en pleno desarrollo por aquellos duros años.
  
Y luego, asistir a la desfachatez de agentes imperiales como el terrorista Eduardo Arocena, quien ante el tribunal de Nueva York declararía mucho tiempo después de estas taimadas agresiones que, en efecto, él personalmente “había introducido virus infecciosos en Cuba”.
  
De manera que la mortal combinación cerco económico oficial-acciones terroristas, nunca ha faltado en el arsenal imperialista a la hora de intentar imponerse a la voluntad de los cubanos.
  
Después ponen caras estiradas e histéricas cuando se les llama genocidas, saboteadores, salteadores de los derechos elementales del ser humano, enemigos de la vida, y hegemonistas absolutos. (Por Néstor Núñez, AIN)