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Niños de Cuba no necesitan peligrosas ayudas de la USAID

Niños de Cuba no necesitan peligrosas ayudas de la USAIDOtra vez se resiente la paranoia imperial, como si no hubiese un remedio eficaz para desnudarla con argumentos incuestionables. La Revolución Cubana, cual velero que navega imparable contra vientos y mareas, toma la daga de la razón para fustigar a quienes no cesan de fabricar patrañas y estratagemas con el fin de desaparecerla de la faz de la Tierra.

Ahora, el centro del ataque proviene de uno de los mecanismos creados por la Casa Blanca para cumplir esa “tarea medular”: la vilipendiada USAID, a saber, Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos de América.

Hace solo unos días, el señor presidente de la nación más poderosa del planeta, se tomó la atribución de anunciar que su gobierno aprobó una partida de 20 millones de dólares para el financiamiento de programas dirigidos a “promover la democracia en Cuba”.

Cansa esta obstinada pretensión mesiánica de cambiar el destino de los cubanos, y en especial el de los niños, sector privilegiado por un sistema social que, amén de defectos y sí grandiosas realizaciones, tiene en ellos su tesoro más valioso.

¿Qué le importa a Barack Obama aventurarse en otra tonta expedición, conociendo de sobra que el primer zarpazo lo llevará a saborear la derrota y el ridículo, ante los ojos del mundo?

La lección del contratista Alan Gross parece que es asunto de bajo perfil para los tanques pensantes de la política imperialista norteamericana, pues ahora dicen que de los 20 millones USD, unos seis son para crear plataformas sociales, donde los niños y las niñas de esta Isla, también puedan disentir y por ende, enfrentarse a la política oficial.

Resulta de dominio público que los proyectos USAID -una suerte de “centro promotor de ayudas generosas”- dirigidos a Cuba, han costado inútilmente 150 millones de dólares desde la década de 1990 en "inversiones" con grupos antigubernamentales y en "tareas" de inteligencia.

Es una verdadera pena que los emperadores USA no sepan que el mayor archipiélago de las Antillas, constituye referencia en el respeto y cumplimiento de los acuerdos internacionales que refrendan la protección de sus príncipes enanos, como los llamó José Martí.

Este grupo poblacional, pese a las crueles medidas externas para reforzar el asedio económico, comercial y financiero, perenne por más de cinco décadas, goza de una atención esmerada y del beneplácito de organismos e instituciones defensoras de los derechos de la niñez a nivel mundial.

Los infantes cubanos no tienen que simular una sonrisa. Lo hacen tan espontáneamente y con toda naturalidad, sin dejar un resquicio para la duda. Asombran por su madurez, independencia de criterios, elevado conocimiento, sólidos principios y valores político-morales, con los cuales la Patria se ve más fortalecida y segura de su continuidad y supervivencia en un mundo hostil, autodestructivo y enajenante.

En eso de distorsionar la realidad, la USAID y sus mentores son perfectos ejemplos. Mas, están condenados al ostracismo porque las razones que engrandecen a los niños y las niñas de Cuba, se levantan como sólidas murallas.