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[:es]A un año del huracán Irma, Camagüey muestra obra de la solidaridad multiplicada [:]

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Camagüey, 8 sep.- Por estos días, hace apenas un año, buena parte del territorio nacional, con mayor intensidad en su costa norte, sufrió los embates del tristemente célebre huracán Irma, un verdadero vendaval de agua y viento que trastocó en cuestión de horas la vida de millones de cubanos.

En su destructor «paseo» a lo largo del archipiélago, el meteoro golpeó con especial saña a más de 50 asentamientos agrícolas y costeros de los municipios de Esmeralda, Sierra de Cubitas, Minas y Nuevitas, aunque sus embestidas se sintieron, con mayor o menor fuerza, en toda la provincia.

A quien ahora recorre aquellos parajes, le resulta difícil imaginar el panorama deprimente y desolador que dejó a su paso el ciclón, cual peculiar «chapeadora» de árboles, postes eléctricos y telefónicos, viviendas, fábricas, escuelas, instituciones culturales y deportivas, bodegas, panaderías y cultivos de todo tipo.

Una imagen desconcertante que aún perdura en la mente de sus pobladores cual terrible pesadilla, solo superada por una realidad esperanzadora repetida una y otra vez entre quienes vieron desaparecer aquella nefasta madrugada sus casas y pertenencias: «al menos, todos estábamos vivos».

Sin embargo, a escasas horas del desastre se impuso, para espantar de cuajo las lamentaciones, el pesimismo y la inacción, un concepto aleccionador: más que hablar de Irma, sus destrozos y pérdidas por doquier, solo se admitía mencionar un huracán y era el del trabajo, la entrega cotidiana y la solidaridad multiplicada.

Esa filosofía pronto ganó terreno en estas llanuras, para convertirse en un gigantesco y laborioso polígono constructivo donde confluyeron miles de trabajadores y campesinos, primero para sanear las comunidades y luego acometer un ambicioso programa de edificación de viviendas de diversas tipologías.

Lombillo, Moscú, Jiquí, Maduro, Los Pilones, Palma City,  Puerto Piloto, La Gloria, Lugareño, Playa Florida… son apenas algunos de los ejemplos más visibles de comunidades donde se puso a prueba la capacidad de un pueblo, bajo el signo de la más estrecha unidad de acción, para superar los reveses y salir adelante.

Casi de las ruinas emergió igualmente el batey del antiguo central azucarero Jaronú (hoy Brasil), en Esmeralda, toda una proeza que permitió salvar esa valiosa joya de la arquitectura y el urbanismo cubanos, Monumento Nacional, en beneficio también de 230 familias y 18 instituciones estatales, lo que le hizo merecer este año el Premio Nacional de Restauración.

Para acometer tamaña obra constructiva y hacer sostenible su preservación, en toda la provincia se recuperaron tejares y areneras, y se intensificó la elaboración local de materiales de la construcción, presente hoy en 53 de los 83 consejos populares previstos, en los cuales funcionan 101 centros productores.

Tales acciones, más la oportuna respuesta del Estado con los recursos materiales y financieros indispensables, han dado solución, hasta la fecha, a 19 mil 299 de las más de 43 mil afectaciones de diverso tipo en las viviendas y al 91 % de los daños ocasionados en las instituciones estatales del territorio.

Se trata de un esfuerzo colosal, que no concluirá hasta que la última de las familias damnificadas reciba la atención que merece y todas las entidades económicas y sociales recuperen su capacidad de actuación en un entorno que se avizora mucho más acogedor y funcional que antes del paso del huracán Irma. (Foto del autor)[:]