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¡Doloroso!: desperdicios frente al hambre

¡Doloroso!: desperdicios frente al hambreEn numerosas naciones, muchas personas buscan entre los desechos de los depósitos de basura algún sustento para paliar el hambre. Paradoja. Esa visión, aplicable a disímiles sitios en el planeta, contrasta con la información que ofreció recientemente la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en la cual señala que “cada año se desaprovechan mil millones de toneladas de alimentos”.

Expresado de otra manera: “cerca de un tercio de los alimentos que se producen cada año en el mundo para el consumo humano se pierden o desperdician”.

El informe global sintetiza, entre otros aspectos, que “los países industrializados dilapidan más o menos cerca de 670 millones de toneladas de alimentos”… Es decir, anualmente los consumidores de las naciones ricas desperdician productos para el consumo humano equivalentes a la producción del África subsahariana.

También anualmente se pierde, o sea, no se consume por las personas la mitad de la cosecha mundial de cereales (dos mil 300 millones de toneladas).

Tal panorama supone, además, el desaprovechamiento de importantes recursos tales como agua, tierra, energía, mano de obra y capital.

Pero lo más tétrico o deleznable en las naciones del mundo llamado primero es cómo se arrojan a la basura alimentos perfectamente comestibles. Las cifras son elocuentes: tal desperdicio per cápita, entre los consumidores de Europa y Norteamérica, fluctúa entre los 95 y 111 kilogramos anualmente.

Otro asunto nada despreciable en este drama es cómo al nivel “de la venta al detalle" también se desperdician grandes cantidades de alimentos debido a las normas de calidad, las cuales dan excesiva importancia a la apariencia.

Las encuestas indican cómo los consumidores están dispuestos a comprar productos aunque no luzcan, en tanto sean inocuos y tengan buen sabor.

Cuba, por el contrario, fomenta la producción agrícola y animal, sobre todo a partir de fórmulas que no dañen el ecosistema. Ejemplo: los organopónicos, el empleo de la tracción animal y otras fórmulas encaminadas a acercar los productos frescos a los consumidores en evitación de las pérdidas en cosecha y distribución.

En carreteras y zonas cercanas a las áreas agrícolas han aparecido puntos de venta donde el consumidor puede adquirir los productos prácticamente de primera mano. Otro tanto sucede con las placitas y los supermercados.

Aunque la FAO no lo cita, los altos costos de los alimentos en el mercado internacional, obligan a las naciones pobres o de menos recursos a incrementar las producciones autóctonas con el propósito de paliar altos volúmenes de importaciones a precios, sencillamente, insostenibles.

En la mayor de las Antillas también existe conciencia en ese sentido y se desarrollan diversos programas como la entrega de tierras en usufructo, la agricultura urbana y suburbana, con el propósito marcado de incrementar la producción alimentaria y satisfacer la demanda sin depender del mercado externo. (Por Marcos Alfonso/Servicio Especial de la AIN)