Economía

Romper el muro de los precios

El imperio de los precios fijos constituye una tranquilidad no perceptible para el consumidor cubano, en tanto prolonga la estabilidad financiera de la planificación empresarial, personal y familiar a niveles no conscientes.
  
Su nocividad se disfruta, como el fumador el venenoso humo de su cigarro. El más mínimo cambio provoca histérica explosividad, con la consiguiente andanada de críticas y propuestas de soluciones, similar a la reacción contra decisiones del director técnico del equipo de pelota.
  
Durante décadas, entre el país y la economía mundial se interpone una muralla aislante en cuanto a los vaivenes de los precios, interrumpiendo los necesarios vasos comunicantes para que fluya la sana relación financiera.
  
A veces, como es el caso de la canasta básica y los servicios subsidiados (transporte, acueductos, electricidad, telefonía fija,…), favorece a los consumidores; otras, como el canje de monedas, ventas de mercancías y servicios en divisas, perjudica por sobrevaloración.
  
Por defecto o por exceso, estas distorsiones tienen su efecto negativo en una economía que intenta sobrevivir a las consecuencias internas de la crisis con orígenes allende los mares.
  
El ensayo de la eliminación de algunos comedores obreros, unido al comentario sobre la posible supresión de los productos normados y otros subsidios masivos, es la ruta para balancear en azul (positivo en contabilidad) las columnas ingresos y gastos.
  
Hace algún tiempo, el Ministerio de Economía y Planificación informó que moverían los precios internos de los combustibles, tomando como base el incremento de las cotizaciones en el mercado mundial y anunció su revisión y ajuste trimestral.
  
La reducción en el tiempo previsto de las tarifas por el ajuste sistemático, confirmó que, al parecer, se emprendía el camino hacia la relación país-mundo. Casi simultáneo, se hicieron cambios en los precios de los productos de la red minorista en divisas.
  
Pero la falta de sistema abortó la sana práctica, que nos conducía por la vía de la adecuada relación financiera con repercusión en la tan ansiada eficiencia, aún cuando eran muy discutibles los parámetros de precios.
  
Alguna que otra vez, sin ningún aviso, los consumidores encuentran cambios en las tarifas de las tiendas sin que la información previa o posterior permita conocer el por qué. Otro tanto sucede en el mercado interno de abastecimientos a las empresas.
  
Los márgenes de ganancia a los productos importados para el consumo directo a la población estuvieron marcados desde el inicio por el concepto de “recaudación de divisas”, cuando éstas eran privativas de cierto sector poblacional y. por esa vía. se redistribuía el disfrute de tales monedas.
  
La realidad cambió: estimulaciones en pesos convertibles a trabajadores de algunos sectores y la compra de esas monedas en las casas de cambio con el fruto del salario en pesos cubanos, junto a la exclusividad de la venta en divisas de artículos necesarios para la familia, convirtió en obsoleto el concepto.
  
En la esfera empresarial ocurren también situaciones que guardan estrecha relación con el consumo privado, pero obliga a un análisis aparte de la confluencia de fenómenos diferentes, generados por otros mecanismos, también obsoletos en muchos casos, y la ineficiencia.
  
El imperio de los precios fijos, altos o bajos, tocó fondo. La visión realista de la conducción económica, en la cual “no gastar más de lo que se ingresa” es un mandamiento de exacto cumplimiento, obliga a la revisión que ya se emprende.
  
Serán agri-dulces los resultados, porque volverán a las épocas de antaño cuando hasta el menos solvente estaba al tanto de los precios de las exportaciones e importaciones; pero al propio tiempo, su efecto en cadena ayudará a mejorar el nivel de vida de la sociedad en su conjunto. (Por Osvaldo Rodríguez Martínez/ Servicio Especial de la AIN)