Al sur

[:es]Se “rompió el corojo” un día como hoy, en 1878[:]

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Antonio Maceo y Grajales, como muchos cubanos dignos, se negó a lanzar al “foso de los pusilánimes” su posición política e insurrecta, tampoco entregó las armas al enemigo para recibir como pago una paz sin independencia.

Demostraba así su titánica rebeldía como Mayor General y Jefe de Oriente en la histórica Protesta de Baraguá, acontecida el 15 de marzo de 1878.

El General Arsenio Martínez Campos, el “hombre de moda” dentro de la metrópoli española promulgó decretos y bandos entre noviembre de 1876 a mayo del siguiente año, encaminados desde el plano militar a desarticular la lucha de los mambises en la manigua y restarle crédito con falacias ideológicas a la revolución iniciada por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868.

Este estratega militar hizo una mejor distribución de sus tropas aprovechando algunas demostraciones de falta unidad revolucionaria y agotamiento natural de los alzados.

El malicioso oficial lanzó algunas disposiciones para conseguir la mal llamada pacificación en la Isla: proclamó indultos a desertores de las tropas cubanas, la entrega de cinco pesos oro a todo insurrecto que se presentase armado y 20 pesos si daba  un caballo útil para el servicio, entre otros mandatos.

Las flaquezas de unos no debilitaron el indetenible deseos de otros de continuar la lucha. Fue La Protesta de Baraguá lo más glorioso de nuestra historia apuntó José Martí. El Pacto de Zanjón quedó con muchas páginas en blanco porque cientos de hombres no estuvieron de acuerdo a hincarse de rodillas ante el régimen opresor.

En la reunión, Antonio explicó contundente a Arsenio y la comitiva acompañante que los allí presentes no estaban dispuestos a deponer las armas si no mediaba la independencia y la abolición de la esclavitud en la Mayor de las Antillas.

Sólo ocho días, dijo el Titán, sería el breve período sin beligerancias. Disgustado se marchó Martínez Campos de la zona de la entrevista. Tras la espalda del mal humorado sujeto se escuchó la exclamación vigorosa del oficial cubano Florencio Duarte a sus compañero de lucha: ¡Muchachos!, el 23 se rompe el corojo, anunciando así la continuación de las hostilidades.[:]