Recordar el triunfo revolucionario aún anima a testigo santacruceña

Silvia Torres

Las salidas con frecuencia a fiestas y el canto a coro desafinado, al ritmo de la guitarra de un amigo, propiciaban en los momentos de conversación grupal el debate en susurro del criminal actuar del régimen de turno y sus secuaces.

¨Fulgencio Batista, el presidente de Cuba antes de 1959, mandaba a asesinar a los jóvenes que actuaran o se expresaran en contra del gobierno. Queríamos de alguna manera hacer algo para manifestar nuestro rechazo a la dictadura¨, rememoró la octogenaria Silva Torres Ferrer.

La lugareña creció a la orilla del mar en la comunidad de La Playa en esta localidad. ¨Fui la penúltima de las hembras en nacer. En total éramos doce hermanos, cuatro de ellos varones. Muchas bocas para alimentar todos los días¨.

A Armando, el progenitor de la abundante prole, sus hijos lo despedían cuando salía a pescar. Al regreso lo colmaban de abrazos junto a Juliana, la esposa. ¨Papá se sacrificó mucho, de haber sido pescador en esta revolución hubiera ganado mucho dinero. Los caseteros, puntualizó, eran unos explotadores, les pagaban a los pescadores a dos quilos la libra de biajaiba y sierra. Los muy pillos revendían a altos precios el producto en La Habana¨

El grupo de divertidos vecinos que integraba la fémina se ganó la confianza de Alcides García (Dimita), el dueño del Club Hatuey, construcción que estuvo enclavada en una zona del litoral costero de esta comarca. ¨Nos convocó a la lucha clandestina en el 1956. Integramos todos, la célula del Movimiento 26 de Julio (M-26-7) dirigida por él. Mis viejos apoyaban las secretas tareas¨.

A partir de ese momento los nuevos miembros de la estructura clandestina comenzaron  a vender bonos de manera encubierta para recaudar fondos para las distintas misiones. El ideal de lucha bautizó el ímpetu de Torres Ferrer.

¨Mi hermana Juliana, comentó, cosía banderas y brazaletes rojinegros para el Movimiento. Yo era la encargada de entregárselos a Dimita, éste se lo daba al pescador Lilo Suárez, quien era el responsable de trasladar todo eso para Oriente en su bote, haciéndolo llegar con ropas, zapatos y medicamentos, al Ejército Rebelde¨.

El triunfo de la Revolución Cubana fue una alegría inmensamente grande para los cubanos humildes. Aún, recordar ese día, le reanima la mirada a la entrevistada fidelista, merecedora de las medallas de la Campaña  de Alfabetización, la Aniversario 40 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias  (FAR) y la Aracelio Iglesias, imponiéndosele esta última por ser jubilada del sector pesquero.

Juliana y Armando, los padres de Silvia Torres