Pobladores de comunidad santacruceña rememoran sangrienta embestida Batistiana en Pino Tres

Santa Cruz del Sur, 22 sep.-Pino Tres se teñía de sangre revolucionaria el 27 de septiembre de 1958. El Capitán Jaime Vega desobedeció la orden que Fidel le diera en la Sierra Maestra. El capricho y la altanería lo sobrecargaron de seguridad. De esas debilidades se aprovechó el enemigo para ametrallar a los hombres de la Columna 11 “Cándido González”.

La paz nocturna del campo a las que estaban acostumbrados los pobladores de las colonias, perdió de pronto la normal armonía sin mediar anticipada advertencia. Los que dormitaban a piernas sueltas se apresuraron a abandonar los camastros a causa del “silbido” perverso de las balas.

“Bendecidos” por el diablo salieron los proyectiles de los cañones ocultos entre las cañas y las zanjas cercanas a los cultivos de la gramínea. Como lobos agazapados los soldados de la tiranía adoctrinados por el dictador Fulgencio Batista, cumplieron el servil mandato, abriendo fuego a los camiones cargados de rebeldes.

“Yo vivía con mi madre y mis hermanos en Pino Dos. Como era costumbre nuestra nos acostábamos temprano porque no teníamos luz eléctrica”, refirió Ana María Álvarez Poll. “Mi hermana Fifina se levantó por la madrugada y nos despertó, pidiéndonos que nos tiráramos al piso por el tiroteo muy fuerte que se escuchaba en Pino Tres. Aunque estábamos a un kilómetro de ese lugar debíamos ser precavidos”.

Las enfurecidas voces de los casquitos intranquilizaban a la familia. “Decían malas palabras, calumniaban y ofendían a los rebeldes, llamándolos cobardes. Sus repugnantes expresiones las escuchábamos como si ellos estuvieran dentro de la casa”.

Al amanecer vieron la gran humareda blanca que se levantaba en la distancia. Poco tiempo después una avioneta comenzó lanzar metralla en algunas partes que el piloto consideraba debían haber sobrevivientes. “Ese hecho nunca se olvida. Aquel ejército asesino mató a muchos jóvenes que tenían un único sueño: conquistar la libertad para el pueblo cubano”, significó Álvarez.

Cercano al lugar de la emboscada

En la cuartería de Pino Tres residían los diez hermanos de Juan Martínez Bello y sus progenitores. Los siete varones y el padre conseguían el sustento económico en las labores propias de la agricultura cañera.

Nada para ellos era desigual, los días se parecían a ellos mismos. Hasta que la emboscada organizada “por los casquitos nos puso al borde de perder la existencia. Dos proyectiles entraron a la casa, uno perforó el tanque de agua y otro causó mayor estrago a las paredes, y fue a caer en una de las camas, por suerte ya nos habíamos lanzado para el suelo de madera”.