[:es]La prensa cubana: orgullo de la Patria[:]

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Era sábado, 14 de marzo de 1892, y estaba allí el último soldado, la más reciente incorporación a la lucha que se gestaba desde la tregua, leal a su nombre y a su gente: el periódico Patria.

Cuatro páginas e igual número de columnas, distribuidas principalmente por correo llegaron, al decir de su fundador, José Martí, “a la hora del peligro, para velar por la libertad, para contribuir a que sus fuerzas sean invencibles por la unión”.

A la excelencia periodística del  Apóstol, y a cuanto logró la publicación entre el año de su surgimiento y el 1898, debemos hoy la celebración del Día de la Prensa en Cuba.

Aunque no nos toca a nosotros, los periodistas de estos tiempos, preparar una guerra necesaria, cada paso que damos es igual de decisivo, y corresponde revisarnos, no desde el conformismo o la autocomplacencia, sino con la mirada profunda a que siempre convidó Martí, y con la evocación permanente a sus preceptos.

“No hay tormento mayor que escribir contra el alma, o sin ella”, decía nuestro Martí; y los periodistas cubanos tenemos la dicha de amar cuanto hacemos, de llevar dentro el humanismo que impulsa las grandes causas. Tenemos las ansias de redescubrir a nuestra gente.

Es justamente esa el arma más idónea para alejarnos de las letras frías y los números abarrotados, y dar vida en nuestros textos a quienes, más allá de los augurios pesimistas hacia la prensa tradicional expandidos por el mundo entero, nos buscan, nos leen, y nos escuchan.

“La prensa no es aprobación bondadosa o ira insultante; es proposición, estudio, examen y consejo”, así la define José Martí a través de palabras que no caducan, más bien renacen en cada nueva jornada que vivimos para el público.

Uno de los faros que comparten  los hacedores de la prensa es el acercamiento a la gente, al trasfondo humano que merece pasar al primer plano, a las inquietudes sociales que no resultan ajenas ni a las audiencias ni a los medios, porque son precisamente ellos el espacio propicio para tocar las fibras de nuestras deficiencias, tanto como para difundir los logros y reconocer más que a los hechos, a sus protagonistas.

“La prensa no puede ser, en estos tiempos de creación, mero vehículo de noticias, ni mera sierva de intereses”, ese precepto martiano, de finales del siglo XIX, sigue vivo en nosotros. Informar es una de las funciones del periodismo, pero lo es también educar desde el ejercicio del criterio, criticar para construir, hacer de los medios un referente de realidades.

Hoy, 126  años después de aquel primer número de Patria, sigue el periodismo en el blanco de tantos debates, porque el pueblo sigue de cerca lo que hacemos; y mientras los medios no sean ignorados, tenemos vencida la mitad de la batalla, la otra mitad se conquista con trabajo, con empeño y valentía.

Pedía Martí desde su tiempo que fueran así los periodistas, valientes y osados, sin traicionar por ello sus principios, con la premisa de que “Criticar no es morder (…), es señalar con noble intento el lunar negro, y desvanecer con mano piadosa la sombra que oscurece la obra bella”.

“Criticar es amar”, concluía el Maestro, y si es el amor lo que mueve a los hacedores de la prensa, caben entonces los cuestionamientos, siempre que estén fundados en el conocimiento y en la conciencia de que en cada una de las críticas, nos toca a todos una parte de la responsabilidad, incluso a quienes pretenden ser receptores pasivos de los hechos, porque tal pasividad pudiera terminar en complicidad, en el silencio como arma de apoyo a lo que no es correcto.

Es el pueblo quien examina y valora a diario el trabajo de la prensa, esos a los que nos toca servir por encima, incluso de nosotros mismos, porque sangramos las mismas heridas, andamos las mismas calles, y lidiamos con iguales rutinas. No es difícil entonces entendernos, retratarlos, sentir las vivencias compartidas y aprender de las que aún no hemos vivido.

Los periodistas tenemos esa oportunidad, pero no es un cetro para acomodar el mundo a nuestro antojo, sino un pequeño lente que nos obliga a llegar hasta allí, para entender por qué y cómo, para descubrir quién -más allá de los nombres y apellidos- está ante nuestros ojos, los ojos de otros tantos.

La prensa en Cuba tiene una historia riquísima, ligada a esta nación que somos y seremos, una historia que escribimos hoy, aun sin darnos cuenta, y que nos compromete tanto como la conciencia social y profesional, e incluso, como la necesidad individual de sentir que lo que hacemos es verdaderamente útil, por ese artista casi oculto y ese humanista poco disimulado que llevamos dentro.

Es con todo lo que somos, como profesionales y humanos, que podremos edificar más capítulos de orgullo en la prensa cubana. (Por Dania Díaz Socarrás/Radio Cadena Agramonte. Foto: Periódico 5 de Septiembre )

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