[:es]Un “santacruceño” que es oriental y de los bravos en cualquier tarea[:]

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Santa Cruz del Sur, 7 ene.-Por estos días de enero, cuando toda Cuba celebra otro aniversario de la Revolución que triunfara el primero de enero de 1959,  el testimonio de un combatiente santacruceño patentiza el porqué del apoyo de los humildes a la lucha contra la dictadura batistiana.

Reynaldo Hernández Lezcay ya sobrepasó los 70, pero su salud es de “hierro” como la potencia de sus fértiles manos. Nítido tiene el pasado. “Nací entre las paredes de yagua del bohío levantado a duras penas por mis padres. Así llegaron al mundo mis 15 hermanos, sin ropas ni zapatos que ponerse”.

Fue en el Realengo 18, hoy Matahambre, zona de rebeldía campesina, donde la prole aprendió las crudas rudezas de una época sin independencia, cuyo jornal se convertía en explotación brutal.

 “Hasta en las plantas de los pies se me colaban los dolores. Mis manos se llenaban de ampollas, sangraban, pero nunca solté la mocha. Cumplí los doce años picando caña en una de las colonias del central Los Reynaldo, en el municipio Songo La Maya, de Santiago de Cuba”.

“Aprendí algo con un maestro particular al que mi padre le pagaba 15 centavos cada semana”, evocó el inquirido.

Debía venir algún cambio, algo así como un temporal para ver perderse a los ricos entre los “ríos crecidos”. “Muchas veces me pregunté… ¿hasta cuándo esos miserables le iban causar tantas infortunios a los desposeídos?

Pero lo deseado se volvió luz verdadera el 1ro de enero de 1959. Sin embargo los tentáculos del pulpo imperial pretendieron desde el mismo nacimiento de la Revolución Cubana, triturar el curso de la victoria. La contrarrevolución financiada y armada por el gobierno norteamericano se desbocó a cometer tropelías para hacerse notar.

“Me uní a un grupo de milicianos”, manifestó Hernández. Después añadió: “Al llegar a Puerto Padre, en la Provincia de Las Tunas, nos dijeron que participaríamos en una valiosa misión.

Le metimos balas al bandidaje por los cuatro costados. Tuvimos un encuentro con el enemigo en el río La Gallina, del municipio Manatí. El jefe de la banda apodado El Chino cayó muertecito. Alberto Arco Luque, nuestro político, con tan sólo 20 años perdió ese día la vida. Aunque los demás integrantes de la banda rompieron el cerco, días después fueron atrapados”.

Superarse culturalmente le demostró con hechos más exactos a Reynaldo, la funesta esencia del capitalismo. “Aprendí a defender a Cuba. He leído mucho para creer, pues así nos lo pidió Fidel”.

La mudanza de un hijo suyo para estos predios hace algún tiempo, embullaron al oriundo del Realengo 18, a convertirse definitivamente en santacruceño. “Pero sigo siendo oriental y de los bravos en cualquier tarea, puntualizó.[:]