[:es]Martí y los niños[:]

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Mucho fue su amor sincero hacia los infantes, para ellos José Martí escribió La Edad de Oro. “Para los niños trabajamos”, dijo el Apóstol desde el corazón. Y dejó escrita otra reflexión muy importante: “Porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo”.

Al convertirse en hombres, los pequeñines de América, fue su gran deseo, debían ser personas francas, para decir, nunca callar lo que pensaban. Así son hace mucho tiempo los que en talla han alcanzado y lograrán esa dimensión. La elocuencia y la sinceridad laten en los vocablos de los humildes de esta tierra.

Defendió el literato, poeta y revolucionario incansable, la verdad. Quiso que a los pequeños príncipes nadie les manifieste lo que no sepa. “Si es falso lo que se les diga, les saldrá la vida equivocada”, refirió.  “No pueden, agregó en la cita, ser felices con ese modo de pensar, ni saben como son las cosas de veras, ni pueden volver a ser niños, y empezar a aprender todo de nuevo”.

Halagar a los pequeñines, por haber descubierto por ellos mismos la inteligencia, es deber martiano de educadores y padres. Ellos desde su hermosa inocencia se encariñan con un ejercicio que le proporciona placer al hallar lo desconocido, revelándose su propio poder espiritual.

“Pero nunca un niño es más bello”, expresó el padre del Ismaelillo, cuando trae en sus manecitas de hombre fuerte una flor para su amiga o cuando lleva del brazo a su hermana para que nadie se la ofenda”.[:]