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[:es]Fallecen combatientes de la Revolución en Santa Cruz del Sur[:]

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Santa Cruz del Sur, 24 ene.- Expiraron sus cuerpos, se enfrió la sangre que fue torrente invulnerable para combatir los desmanes. Queda en el sueño reposado lo no acabado, pero el accionar sin descanso está plegado al recuerdo.

Los ejemplos dejados por Eduardo Zayas Quiles y Rafael Pons García, miembros ambos de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC), nos exige a seguirlos Ellos murieron sin dolor. Fue una caída inesperada  sin dejar de irradiar desde el sepulcro las indómitas energías.

Zayas empezó apenas un niño la conspiración desde la célula del Movimiento 26 de Julio (M-26-7), constituida en el poblado Arroyo Blanco, comunidad asentada en predios de esta localidad.

Cuando le resultó imposible mantenerse en la clandestinidad a causa de las amenazas de los enemigos de la libertad se adentra en la espesura, jamás huyéndole a las balas perdidas, sino para disparar cuantos proyectiles resultaran necesarios desde uno de los pelotones de la Columna rebelde número 13 Ignacio Agramonte. Después participó junto a muchos milicianos en la lucha contra bandidos.

Eduardo, el taxista, con ese apelativo lo conocieron muchos santacruceños. Por muchos años realizó el quehacer. La diabetes mellitus lo obligó retirarse del timón pues la enfermedad le afectó la visión.

Sin embargo cuando todavía el fundador del Partido Comunista de Cuba (PCC) poseía toda la salud a su favor cumplió misiones internacionalistas en la República Popular de Angola y Etiopía.

Rafael Pons García en los primeros años del triunfo de la Revolución era considerado contrario al proceso revolucionario. Era la fachada que los Órganos de la Seguridad del Estado le habían construido. Le valió la leyenda para infiltrase en el núcleo de los contrarrevolucionarios. Se convirtió en la propia guerra del lugareño a fin de poder  desarticular los planes de los malhechores.

Él tuvo que guardar prisión. Hasta dentro de la celda fue útil al pueblo y a Fidel. Luego de darse a conocer su colaboración secreta, asumió varios quehaceres en entidades estatales del territorio, entre ellas administrador del Servicentro para la venta de combustible. Su incondicional actuar le conllevaron a integrar las filas del PCC.

Cada uno de estos hombres tuvo un mismo objetivo: mantener la libertad de la Isla al costo de cualquier sacrificio. No les alcanzó la vida para aportar más como deseaban. Merecen las tumbas donde se encuentra, las tumbas de los agradecidos.

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