Cuba tiene abiertas sus puertas de entrada y salida

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En octubre pasado, el canciller Bruno Rodríguez Parrilla, cuando le habló en Washington a los emigrados que participaban en el 4to. Encuentro de cubanos residentes en Estados Unidos, pronunció una frase medular que caracteriza la situación en el ámbito migratorio: el Gobierno de Estados Unidos cierra y Cuba abre.

Anunció allí cuatro medidas que daban fundamento a la aseveración, y ellas recién se han puesto en práctica el mismo día inicial de este 2018, tras haber sido publicadas en la Gaceta Oficial No. 63 del 30 de diciembre de 2017:

—Eliminar el requisito de avecindamiento para que los hijos de cubanos residentes en el exterior, que hayan nacido en el extranjero, puedan obtener la ciudadanía cubana y su documento de identidad.

—Suprimir la «habilitación» del pasaporte de los ciudadanos cubanos emigrados para la entrada al territorio nacional.

—Autorizar la entrada y salida a Cuba de ciudadanos cubanos residentes en el exterior en embarcaciones de recreo, a través de las Marinas Turísticas Internacionales Hemingway y Gaviota-Varadero. Una vez que estén creadas las condiciones, se ampliaría progresivamente a otras marinas.

—Permitir la entrada a Cuba de los ciudadanos cubanos que salieron ilegalmente del país, excepto aquellos que lo hicieron a través de la Base Naval de Estados Unidos en Guantánamo.

Un elemento primordial es que muestran la seriedad de lo establecido en el Decreto-Ley No. 302, que actualizó la política migratoria cubana con objetivos precisos: que los movimientos migratorios se produjeran de manera legal, ordenada y segura y —al igual que las que ahora ya se ejecutan— fortalecer la relación con la emigración cubana.

Esa importante modificación fue puesta en vigor el 14 de enero de 2013, hace exactamente hoy cinco años, cuando se establecía que con ella daba inicio un proceso tendiente a normalizar esa situación que ha tenido un camino azaroso a lo largo de casi 60 años, porque prácticamente cada Gobierno de turno en la Casa Blanca utilizó la política migratoria hacia Cuba con fines de hostilidad, subversión y desestabilización, impulsando la emigración ilegal mediante la Ley de Ajuste Cubano, la política de «pies secos-pies mojados» y el Programa Parole para personal médico, acompañantes e instrumentos también del bloqueo económico, comercial y financiero que ha pretendido —sin lograrlo— ahogar y arrodillar a nuestra nación.

Hace apenas dos días, el 12 de enero, también se cumplió un año de que las autoridades de La Habana y Washington emitieran la Declaración Conjunta sobre temas migratorios, con el interés de normalizar las relaciones bilaterales en este aspecto, lo que estaba alentado por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas el 20 de julio de 2015. Una base sólida sostenía esta decisión: el  respeto mutuo y la voluntad política de fortalecer las relaciones bilaterales, que pueden llevar a entendimientos en muchos temas que son de interés común.

Cuando apenas le quedaba una semana en el cargo, Barack Obama eliminó la política de «pies secos-pies mojados» que, dijo «fue diseñada para una época diferente». De manera que los ciudadanos cubanos que llegaron de manera irregular a Estados Unidos serían tratados con los mismos procedimientos y normas aplicados a los de otros países: la deportación.

Estados Unidos cierra

Sin embargo, lo logrado durante la administración Obama ha tenido un giro de 180 grados a partir de que el actual residente de la casa ejecutiva en Washington asumió respecto a Cuba la agenda que le han dictado los politiqueros de Miami, cuyo interés es retrotraer la situación a los tiempos de una confrontación total.

El 16 de junio de 2017, ante un auditorio de personajes de origen cubano con un amplio récord de actividades contrarrevolucionarias y terroristas o de trabajo en contra de Cuba y las relaciones con Estados Unidos, porque ha sido su fuente de lucro, el presidente Donald Trump refrendó que mantendría y reforzaría el bloqueo, a pesar de la opinión de una vasta mayoría de los estadounidenses que lo rechazan.

Trump se ha empeñado en arrasar con todo lo que se había logrado, y las marañas no han faltado para justificarlo. La farsa de la «agresión acústica» —una absurda acusación sin pruebas, ni confirmación de la veracidad de los hechos alegados— ha sido el endeble basamento para empujar las inadmisibles e irresponsables medidas tomadas por el Departamento de Estado que prácticamente dejaron reducidas a la mínima expresión sus actividades consulares y diplomáticas, sin importarle las consecuencias para los intercambios culturales, académicos, deportivos y otros, pero fundamentalmente el daño causado a las familias cubanas.

Llevar a Colombia o a México las gestiones de visado para los cubanos en visitas familiares o para quienes aspiran a emigrar, solo sirve para crear un malestar que solo puede tener expresión hacia la actuación de Washington y los confabulados en el Congreso estadounidense.

Y todavía esto le parece poco a la fauna miamense que, con este andar en reversa apuntan, además, a impedir los viajes a Cuba de los estadounidenses, cuyos derechos ciudadanos y constitucionales se violan desde que se les prohibió viajar como simples turistas, tal y como pueden hacer a cualquier otro lugar del mundo.

Sin embargo, se mueve…

Molesta el crecimiento de la industria turística cubana, sustentada por todas las riquezas naturales, culturales y de hospitalidad y seguridad que ofrece a viajeros de todo el orbe. Más de 4,7 millones de visitantes acogió la Isla en 2017, de ellos, 1 173 428 procedentes de EE. UU., casi triplicando los que arribaron en el año 2016.

Datos ofrecidos en su cuenta en Twitter por la diplomática cubana Josefina Vidal, directora general para Estados Unidos en la Cancillería, puntualizan que de esa cifra de visitantes  619 523 son estadounidenses y 453 905 cubanos residentes en Estados Unidos.

El incremento pudo ser mayor, sin embargo, las advertencias de no viajar a Cuba hechas por el Gobierno estadounidense y otras restricciones impuestas a las categorías de visitas aprobadas en época de Obama, influyeron en una cierta disminución en los últimos meses del año.

En definitiva, Cuba sigue su rumbo a pesar de las nuevas disposiciones de una Casa Blanca que, todo parece indicar, no solo quiere aislarse de su vecina caribeña, sino también del resto del planeta con políticas prepotentes, hegemónicas, imperialistas, de fuerza y hasta de abierto racismo, como dejaron definidas las recientes expresiones del señor Presidente.

Las cuatro medidas puestas en práctica a partir del 1ro. de enero en Cuba, forman parte de los esfuerzos ingentes por fortalecer la nación y los vínculos con su emigración, un proceso que fue iniciado en 1978 por el Comandante en Jefe de la Revolución, Fidel Castro Ruz.[:]