[:es]Combatiente santacruceño cuenta su historia internacionalista[:]

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Santa Cruz del Sur, 1ro jun.- En orden cronológico, tono pausado pero constante Darío Fernández Díaz contó la historia de una parte trascendental de su vida de combatiente internacionalista. “El primero de enero de 1978, el grupo de camagüeyanos que componíamos la batería artillera de los BM-21 estábamos listos para salir para Etiopía, pero la orden emitida cambió: la salida sería para la República Popular de Angola (RPA)”.

Luanda, la capital angoleña, los recibe discreta. “En una larga caravana militar transitamos, sin contratiempos, más de 200 kilómetros”. La ordenanza del alto mando hace retornar a esa gran fuerza cubana al destino original, “porque  las huestes somalíes habían ocupado 500 kilómetros de tierra etíope”.

Sobre un avión a gran altura, con las luces apagadas, soldados y oficiales integrados a una brigada son llevados hasta la bella urbe de Addis Abeba, capital de Etiopía. “Juntos íbamos compañeros de la artillería y la infantería”. El punto de concentración fue en la comunidad de Arba. “Allí se nos entregó todo el avituallamiento, incluidos los uniformes verde olivos, además de las botas”, destacó.

Varios días de enérgica ofensiva permitió a las tropas cubanas ocupar Harare y Yiyiga. Este último emporio el ejército mercenario vuelve a conquistarlo.

“Se puso en práctica una nueva táctica y estrategia… tanques y los BM-21 pasan por la zona del Paso de Manta. Son lomas cubiertas de “diente de perro”; fue difícil el trayecto pero no imposible. Pudimos colocarnos en la retaguardia somalí. Le metimos fuego concentrado. La  frontera de Etiopía con Somalia quedó liberada”.

Evocó el santacruceño que varios de los enemigos lograron sobrevivir. “Se unieron en grupos para hacer de las suyas. Empezaron a tenderles emboscadas a las caravanas para saquearlas y obtener comida, agua y armamento. Mucho no les duró su “juego”, conseguimos truncar sus agresiones”.

A mediados del siguiente año es ascendido a sargento de primera, convirtiéndose en el responsable de la tarea política de la novena brigada. Había terminado la guerra, sin embargo Fernández tuvo la oportunidad de estar cerca de Fidel.

“El Comandante en Jefe visita un camposanto donde estaban enterrados los camaradas caídos en las distintas operaciones. Ante cada tumba el líder se paró en posición militar. Al salir del sagrado sitio iba con lágrimas en los ojos”.

Sintió Darío la emoción en esa inolvidable jornada,  nunca antes experimentada. “El Comandante se acercó a mí, casi en susurro me preguntó qué tiempo llevaba en Etiopía. Le conteste nervioso, casi dos años. Él respondió en voz baja: Es bastante tiempo, pero despreocúpate que muy pronto vas a estar en Cuba”.

El suboficial militante del Partido Comunista de Cuba (PCC) al llegar a la invicta Isla, no pudo ver a todos sus seres queridos juntos, faltaba uno de sus miembros, su madre, que falleció antes del retorno de Fernández Díaz. “Fui hasta el panteón en que se encuentran sus restos y le dije: madre querida, ¡cumplí!”.[:]