[:es]Al final, todos aplauden, sinceramente (+Fotos)[:]

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Manuel regresó de cualquier país. Pero la tía Juanamari le dice que él no es Manolito, porque Manolito nunca hubiera regresado. Y ella le toca el pelo y le mira fijamente los ojos, y reconoce, y luego no quiere convencerse de que Manolito es él, el sobrino que volvió al pueblito para continuar allí sus estudios.

Al final, todos aplauden, sinceramente
El grupo Pequeño Teatro de La Habana presenta los fines de semana en la escena del Teatro Bertol Brecht la obra “La fabulosa vida de las plantas”, escrita y dirigida por José Milián, para llevarnos y traernos nuevamente, para hacernos entender que ningún lugar tiene la razón y que nosotros, los humanos, nos quedamos sin fuerzas con las despedidas.

El texto de José Milián, Premio Nacional de Teatro del año 2008, tiene como pretexto a una familia que aspira ser feliz, y que celebra la Nochebuena con un caldero de frijoles blancos.

La familia de “La fabulosa vida de las plantas” la integran unas mellizas que le dan la vuelta al mundo con un poco de arena de su patria en una maleta sin ruedas; una madre con ganas de hacer y tener lo mismo que el vecino; una hermana, Cuca, que habla de mediocridad y poder, como si ambos significados tuvieran algo en común; un sobrino que vuelve; y una tía que vende casi toda la casa para sobrevivir, y que se queja del fango y de que en aquel pueblito llueve con el sol afuera.

El público que asiste a la obra de Pequeño Teatro de La Habana ríe porque la realidad de los actores es casi idéntica a la ellos mismos; porque aquellos cinco personajes juegan a aspirar, hablan de ilusiones, sufren la distancia por culpa del que no está, y les duele el vacío de la casa, el tiempo perdido, y las ausencia: los detalles, los rostros, las formas, las maneras.

En el jardín, donde está la fabulosa vida de las plantas, los vivos y los muertos tienen el mismo sitio. Allí, en el jardín, vive una familia escandalosa, rara, que quiere unirse pero nunca lo logra, porque cada uno de ellos defiende solo su pedacito, su palabra y su ego, y por eso no comen decentemente en la misma mesa, todos, a la vez.

José Milián escribió parte de Cuba en esta obra. Lo hizo desde la sinceridad, su alegre y triste realidad, y sin miedos. Vistió a sus personas de blanco y a cada uno le puso un camaleón, como símbolo de cambio y trasmutación.

“La fabulosa vida de las plantas” es un pedazo de país contada en aproximadamente una hora, son aspiraciones, es un galán de noche, y un danzón de Barbarito Diez cantado en una emisora de radio.

Pequeño Teatro de La Habana nos deja reflexionar, y al final, por la excelencia de sus cinco actores, por la voz y el carácter de la tía Juanamari, interpretada por Falconerys Escobar, todos los sentados aplauden, sinceramente.

Al final, todos aplauden, sinceramente [:]