Benny Moré, te quedarás hoy como ayer

 Hoy como ayer andas por el céntrico Prado de Cienfuegos, con sombrero, bastón y anchos pantalones de tirantes, y es que Bartolomé Maximiliano Moré, o Benny como te conocen popularmente, eres parte indisoluble de esta, la ciudad que más te gusta a ti.
   
A tus 90 años permaneces entre el pueblo desde tu figura de bronce, como retando al bailador y en espera de tu Banda Gigante. Pero la muerte también quiso tenerte y sin una despedida te fuiste en la flor de tu carrera, cuando ya habías consolidado una manera única de sonear improvisando, estilo que iniciaste como solista en México, durante el año 1947.
   
Sin embargo,  por ser tú como eres, no podías vagar entre sombras, para el mundo quedaba toda una herencia musical, con la cual conminas a la búsqueda de nuevos ritmos y cadencias.
   
Quizás porque te sabías poseedor de un alma libre, también  volverías como arrullo de palma. Tú y solo tú, guajiro de verdad, fuiste capáz de revolucionar ciudades enteras con una rara combinación de elementos  africanos y campesinos, reflejados en esa voz flexible y voluptuosa, delgada y de cierto énfasis nasal, de grandiosa ductilidad estilística.
   
Cuando naciste el 24 de agosto de 1919, el barrio La Guinea, en el municipio cienfueguero de Lajas, te dio la bienvenida al mundo. Nacía un dios destinado a ser por siempre el Bárbaro del Ritmo.
   
Tus discos han llegado a los mercados de Venezuela, Panamá, Colombia, Brasil y Puerto Rico, entre otros, pero eres ciento por ciento cubano y después de nueve décadas, retornas a tus raíces una y otra vez, simplemente porque te quedarás.
   
Cada año Cienfuegos y tú se visten de gala para festejar tu cumpleaños. Vuelves a interpretar una picaresca guaracha, un amoroso bolero. Regalas un cadencioso son montuno, merengue, una plana, porro e incluso hasta acometer un sincopado mambo.
   
Te escuchan tu Silvana Mangano, Margot, Francisco Guayabal, Generoso, tía Juliana; nadie puede faltar en la conmemoración del Sonero Mayor.
   
Nuevamente llega el octavo mes del año con todo el jolgorio del período estival. Una vez más tus eternos admiradores y  quienes no te conocen, detienen el paso para saludarte.
   
Recibes flores, besos, compartes la eternidad de una fotografía, y hasta la curiosidad de un niño, quien pregunta el nombre de ese señor de mirada alegre que siempre está como danzando.
   
No por vano capricho estarás por siempre multiplicado en cada grupo musical y en la cotidianidad de esta ciudad de mar y gente de pueblo. Algún día recorrerás nuevamente las calles y será al volver cuando escuches una canción para ti, entonces tomarás tu bastón y sonriente exclamarás “Elige tú, que canto yo”. (Por Yudith López Ramos/Servicio Especial de la AIN)