Chávez, de Sabaneta a la eternidad

Chávez, de Sabaneta a la eternidadPor: Raúl Reyes Rodríguez

Siguen los diáfanos cantos de los llanos venezolanos enamorando a Sabaneta, recordando en los estribillos al pequeño Hugo, que llevó como apellidos Chávez Frías. Ese que no demoró en llevar un morralito a cuestas, donde introducía un frasco caramelero, que contenía las apetitosas arañas de lechosa, un dulce casero que preparaba la abuela, y que el diligente nieto buscaba vender. La mala situación económica en el seno hogareño apretaba duro el zapato.

Nació en la pobreza, no escasa de valores, esos que forjan el amor al prójimo. Valores que otros olvidan. Fue ese primer día de clases en que lloró la abuela, porque al nieto por llevar calzadas unas viejas alpargatitas, las únicas que tenía el pequeño, no lo dejaron entrar a la escuela.

Al segundo crío, de los seis hijos de Elena y Hugo, le crecía en el torrente sanguíneo el matiz de Venezuela y el entrecruzamiento de las raíces indígenas, legadas por la abuela Rosa Inés. Le fue brotando el apego al deber, pues cuando el clarín de la patria llama, hasta el llanto de la madre calla. Así pensaba el fiel soldado de Simón Bolivar.

La entereza del que se convirtiera en líder indiscutible, colocaba distanciamiento ante la corrupción y los desmanes de la cúpula militar. Lo había impactado, entre otras cosas, presenciar el maltrato a unos campesinos.

A muchos jóvenes como Hugo, integrados en la Fuerza Armada, se les fue impregnando una nueva conciencia. Un pensamiento social les brotaba en sus conversaciones Querían, aunque resultara peligroso, transformar para bien la institución desde dentro: se requería llevar a cabo un levantamiento cívico-militar.

La consolidación de aquellas necesarias ideas, tomó curso. La fase insurreccional sobrevendría. Chávez dirigió la rebelión, cerca del Palacio de Miraflores. El propósito no se logró, pero el bolivariano no se dejó derrotar, a pesar de permanecer un mes en la prisión de Yare.

El apoyo popular y las muestras de solidaridad, se evidenciaron cuando inició su campaña, recorriendo el país en una vieja camioneta, A pesar de los contratiempos, los perpetrados obstáculos, el hijo de Sabaneta llegó a la presidencia.

Ni golpe de estado, ni campañas subversivas, pudieron derrocar al hombre hecho de todo material. Hizo amistad con los pobres de la tierra y con su hermano Fidel Castro Ruz: ambos se entregaron sueños, libros, intercambiaron reflexiones; juntaron sangre y bandera.

Nadie puede decir que te has ido. Permaneces con tus pasos indetenibles, uniendo pueblos con la solidaridad. Consagrado en hacer crecer la justicia en cada rinconcito, donde tu voz llanera vuelve a cantarle a la República Bolivariana de Venezuela.