Al sur

Santacruceño confía en el Sol como fuente de energía, salud y longevidad

Sin ni quiera aproximarse al fanatismo, porque no se considera absorbido por ninguna creencia religiosa, Rafael Alfonso Alfonso expresó algunas súplicas, perentorio le resultaba ser escuchado. En los primeros años de la década del 70 del pasado siglo comenzó a presentar dolencias severas en la columna vertebral, y varios especialistas le diagnosticaron una posible invalidez.

“Fue entonces que un día me levanté de la cama, y sin decirle a nadie de la casa adónde iba, salí a fuera, miré al sol y le dije: Haz conmigo lo que quieras, pero si puedes sáname”.

Los chequeos con varios ortopédicos daban el mismo dictamen, debía operarse, aunque una intervención de ese tipo resultaba riesgosa. “Sugerían los médicos debía dejar el sector de la construcción debido a los continuos ajetreos… Eso era imposible, tenía cuatro hijos pequeños los cuales debía acabar de criar”.

Aquellos malestares se fueron quitando lentamente. “Soy de los que creen en el destino, cada cual lo tiene escrito, aunque le reitero, no caigo en el saco del delirio. Sólo le pido al Astro Rey cuestiones concretas, sin prometerle nada. Los promesas no las pongo en esas solicitudes”.

En cuanto la idea de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, sobre los Consultorios del Médico y la Enfermera de la Familia, se materializó. “Comenzamos mi esposa y yo a ir al que nos pertenecía a realizar ejercicios físicos. Nosotros y los demás que asistían en esa època, comenzamos a sentirnos bien. Cuando la persona llega a la tercera edad no debe meterse en la casa todo el tiempo: caminar mucho e integrarse a los Círculos de Abuelos, sí favorece la salud”.

Al transcurrir el tiempo Alfonso hizo otro desarreglo, cargó varios sacos llenos de arroz. “Termine herniado. Una bola, similar a un huevo de gallina, estaba dándome dolores. Yo me acostaba en el suelo, la empujaba con la mano para que no se notara. Sentía cuando se acomodaba… Volví a hablarle al sol, aquella pelota desapareció”.

Rafael recibe atenciones durante el día en una Casa del Abuelo, junto a otros Adultos Mayores, donde realizan distintas actividades, iniciando las mañanas con ejercicios físicos; realizan visitas a instituciones culturales, y preparación de tablas gimnásticas asistidas por profesores del INDER.

“Desde ahí sigo preparándome porque tengo un invariable propósito: llegar hasta los 120 años. Todavía me falta un tramo, en agosto cumpliré los 88. Ya el Sol lo sabe, veré qué hace conmigo”. (Raúl Reyes Rodríguez/ Radio Santa Cruz)