Ventanas londinenses (I)

Usain BoltUSAIN BOLT: …Y EN ESO SE VIO UN RELÁMPAGO

En inglés, “bolt” quiere decir “relámpago”. Y en atletismo, también. Usain fue otra vez ese rayo que ilumina y mata, esa máquina todo-carisma que mueve sus casi doscientos centímetros a ritmo de mordida de serpiente. Nadie, ni siquiera Carl Lewis, pudo hacer antes el doblete de la velocidad en un par de Olimpiadas sucesivas.

Sin embargo, voraz como el viejo Paavo Nurmi, Bolt no sacia su hambre con tan poco. Quiso tres títulos en China, y los tuvo. Ahora quiso tres más en Gran Bretaña, y ya los tiene. En los 100 y 200, por delante de Blake, su amigo y compatriota, su aliciente, que algún día conquistará el imperio del sprint. En la estafeta corta, como último hombre de Jamaica, frío asesino que fusiló a mansalva a Ryan Bailey, destrozó la barrera de los 37 segundos, y rebasó la meta con esa sonrisa de reggae tatuada bajo unos bigotes anacrónicos que lo hacen parecer de cualquier y de todos los tiempos. Como eso mismo. Como Dios.

Usain Bolt. Foto: Michael Kappeler/EFE.

DAVID RUDISHA: EL LOBO DE SU LIEBRE

David Rudisha. Foto: David J. Phillip/AP.

Sin auxilio de nadie, el keniano Rudisha se levantó una estatua de oro. Era campeón mundial, tenía el record del mundo, pero le faltaba un premio en la vitrina. Made in Londres, la pieza estaba allí, en el óvalo marrón de Stratford, esperando por un dueño. Se trataba del trono de los 800, esa prueba donde dizque se cruzan todos los atletismos, donde el ácido láctico juega a fatigar el cuerpo mientras el alma y la ambición ordenan un remate inverosímil. Enterrador del mito Kipketer, Rudisha hizo de ‘liebre’ de sí mismo, dio una vuelta inclemente (49.28), despertó al lobo dormido en sus adentros y cubrió el doble hectómetro final en esos invariables 26.60 que ya llevan la vitola de la casa. A la postre, nuevo tope, la envidia de unos, la admiración de otros, y el adorno faltante en la vitrina del guerrero masai.

FÉLIX SÁNCHEZ: UN REGALO PARA ABUELA

Féliz Sánchez

Desconsolado, el vallista dominicano lloró El Llanto de los Juegos. Años antes había podido competir por Estados Unidos, pero él prefirió correr por su terruño. Años antes, en 2004, lo habían coronado con el laurel olímpico en Atenas. Años antes, en el Nido de Pájaro chino, su fracaso había sido estruendoso en la final. Ese día, justamente ese día en que no pudo contender con los norteamericanos, su abuela -la mujer que lo había criado- falleció. Y Sánchez se prometió ganar una medalla para ella. Años después, en Londres, hace poco, lo logró. Detuvo los cronómetros en 47.63 segundos, un tiempazo, y volvió a ser Super Félix. El mejor especialista de la historia, después del mítico Edwin Moses. Y cuando lo premiaban, la lluvia entró en escena, y el dominicano se bebió sus lágrimas en una imagen que le dio la vuelta al universo. En ese momento, explicó luego, “sentí que mi abuela estaba llorando por mi esfuerzo”.

(Tomado de Cubadebate)