Cultura

Habanastation, una suite en tiempo de conga

La Habana.- Cuenta el cineasta cubano Fernando Pérez que al orquestar su magistral e inclasificable Suite se propuso filmar un día con La Habana y su muchedumbre como protagonistas. Esto lo condujo a preguntarse: "¿La Habana es una sola? ¿Cuántas Habanas existen?". Cada uno de los cinco personajes entrecruzados en el tejido vivo de la ciudad que tanto ama, a lo largo de apenas 24 horas, representa "la curiosa diversidad de grupos sociales que se mueven en La Habana de hoy. Porque no hay una sola Habana: hay muchas Habanas invisibles y distintas para vivir".

Comparte plenamente esos criterios Ian Padrón (La Habana, 1976) en Habanastation (2011), su ópera prima en el largometraje de ficción, cuya finalidad es definida desde su frase promocional.: "Una misma Cuba, dos Habanas distintas". Justamente abordar esas diferencias entre estratos sociales de innegable existencia constituye el punto de partida del guion escrito por el dramaturgo Felipe Espinet.

"En la escuela todos parecíamos iguales por el uniforme, pero éramos muy distintos -expresó Ian Padrón en una entrevista reciente-. Siempre he sentido que hay muchas Cuba dentro de Cuba". Las vivencias del propio realizador, criado en un medio distinto y habitante de una zona diferente a la de un amigo de su infancia que vivía en el barrio conocido como La Timba, cimentaron el argumento con elementos autobiográficos.

Basta despojar a los chispeantes diálogos de esos vocablos tan criollos para que la historia de esta película pueda descontextualizarse para ser situada en Hong Kong, Johannesburgo, Nueva York, Río de Janeiro o en cualquier confín del mundo. En ello estriba uno de sus méritos esenciales, confirmador de aquella máxima del viejo Jean Renoir: "Mientras más local, más universal".

Mayito es hijo de un famoso músico que viaja constantemente al extranjero, y piensa que, con los costosos regalos, suplanta la atención ameritada por el muchacho. Toda su educación recae sobre su mamá, representante al mismo tiempo del esposo.

Ambos prefieren las interminables horas invertidas frente al Playstation en su confortable mansión de Miramar a la posible "contaminación" con amigo)os. El extravío del niño al terminar un desfile del 1 de Mayo en la Plaza de la Revolución, al cual asistió en representación de su escuela, marca un viraje en su modo de ver la vida en solo un día que para él señalará un antes y un después.

Va a parar a La Tinta, un barrio aledaño a la plaza, donde encontrará a Carlos, compañero del aula, de comportamiento rebelde según sus profesores. Vive allí en una modestísima vivienda en compañía de su abuela, pues es huérfano de madre y su padre "está trabajando en Oriente". )zona oriental de la isla)

A partir de la primera confrontación, los muchachos se ven involucrados en disímiles situaciones reveladoras de dos mundos diametralmente distintos en las que son enfrentados el egoísmo a la generosidad y el desinterés, la valentía frente a la cobardía.

Las antinomias se imponen en una relación fructífera para el dueto de la cual Mayito -quien conocerá hasta la primera atracción amorosa- saldrá con una mirada diferente sobre la realidad circundante, más allá de las asépticas paredes de su residencia; en tanto, Carlos experimentará la satisfacción de transmitirle todo ese caudal de experiencias adquirido en las calles. Aunque se trata de su primer largometraje, no es Ian Padrón un novato en estas lides, para apelar a un término deportivo en alguien tan apasionado por el béisbol y en especial por el equipo Industriales, al que dedicara su excelente documental Fuera de liga (2003). (PL)