Girón fue también una victoria de los santacruceños

Girón fue también una victoria de los santacruceñosEl santacruceño José del Risco Guerra no anda con rodeos para ir al centro de las anécdotas que atesora desde los días de la invasión mercenaria  a Playa Girón.. “¡Oiga bien, a mí no se me ha olvidado nada! Todo el que estuvo por acá, frente a ese muro de contención, con los cañones listos para hacer fuego, seguramente tendrá esa semilla bien sembrada en el cerebro”.

Integró el batallón de milicianos dirigido por el Capitán Otto Muller. “Tuvimos mucho entrenamiento militar y realizamos patrullajes por toda la costa en nuestras propias embarcaciones pesqueras”.

“Donde quiera que había un hombre, un arma. Se pusieron sacos de arena y se abrió una gran zanja por todo el lateral del muro, se llenó de agua, pero de allí no se movía nadie. Ningún compañero sintió pánico. La conciencia revolucionaria era bien alta. Si esos equivocados hubieran cambiado el rumbo para entrar por Santa Cruz del Sur, puede estar seguro que se hubiera armado la de San Quintín. Los hubiéramos hecho talco como les pasó en Girón”.

“Teníamos un batallón de pescadores, inmenso”, destacada del Risco Guerra. “Eso, compañero, fue algo lindo, y mire que hemos hecho millones de cosas para ayudar a la Revolución. Conocer por el propio Fidel que a los mercenarios los milicianos cubanos los habían derrocado en menos de 72 horas, fue una victoria también de nosotros los santacruceños”.

Girón fue también una victoria de los santacruceñosOtro santacruceño: Juan Suárez Aviló, activa sus recuerdos. “Desde que tenía 12 años empecé a colaborar con los milicias. El cuartel estaba en la Punta de la playa, muchos de los jefes que estaban allí, no querían a ningún muchacho por esos alrededores, pero Heliberto Carmenates Betancourt, les decía que no hicieran eso pues nosotros éramos el relevo”. 
 
“Cuando nos enteramos de lo de Girón empezó el corre corre. Por la tarde del 16 de abril empezó a llegar mucho armamento. Me gustó la Cuatro Bocas que estaba enclavada cerca de la tienda de víveres que fuera propiedad de Pedrito Fonseca, y de allí no me movía. Los más grandecitos hicimos muchísimas guardias con la misma disciplina que un militar de experiencia. En tiempo de guerra las órdenes se cumplen al pie de la letra”.

“Yo traía una sub ametralladora chiquitica, y la llevaba para la casa. Te podrás imaginar los tropeles que me armaba la vieja… se asustaba mucho. Le demostré mi alto grado de responsabilidad, eso la llenó de orgullo maternal”.

“Me gané la condición de miliciano para toda la vida. Cuando haya que convertir el muro en trinchera redentora, porque estemos en peligro de agresión, allí estaré”.

Santiago SantaCruz
Cortesía para Radio Santa Cruz