Memorias de un alfabetizador

José Manuel Vargas Reina. Memorias de un alfabetizadorSu carácter jovial y sociable lo hacen ganarse la simpatía de  las personas que conversan con él, aunque de  primera  instancia parece muy serio. Todos lo conocen en el poblado de Haití -antiguo central Macareño-, pero lo que ni se imaginan es que detrás de esa imagen de dirigente está la una historia de un alfabetizador, que recorrió zonas del Oriente cubano enseñando a los pobladores, allá por el año 1961.

José Manuel Vargas Reina, más conocido como Pepe, tiene impregnado en sí un pedacito del legado de mártires de la Patria como Conrado Benítez y Manuel Ascunce Domenech. Este hombre, natural de Victoria de Las Tunas, junto a un ese gran grupo de jóvenes que se incluyeron como alfabetizadores, contribuyeron a fortalecer la memoria histórica de la educación en Cuba y en el mundo con esa ardua labor de llevar el pan de la enseñanza en el momento preciso, cuando la Revolución más los necesitaba.

Ese “diamante con alma de beso” conversa hoy con esta periodista sobre las experiencias que tuvo como maestro alfabetizador  en la antigua provincia de Oriente y  cómo  influyó esto en el transcurso de su vida.

Periodista: ¿Qué lo motivó a incluirse como alfabetizador?

Pepe Vargas: “Yo en aquel momento era sólo un niño, tenía 14 años y estaba en el primer semestre de octavo grado. En mi secundaria básica se realizó una convocatoria  para saber qué jóvenes querían  participar en la campaña de alfabetización, la mayoría de los estudiantes en aquel entonces dimos el  paso al frente, independientemente de la edad que tuviéramos y conociendo  la gran tarea a que nos enfrentábamos. Para ese tiempo ya se sabía de la muerte de Conrado Benítez y cosas como éstas frenaron los deseos de enseñar de algunos muchachos, pues el temor había inundado las familias. Nosotros como niños al fin, nos enfrentamos a eso. Cuando les comuniqué a mis padres que iba a alfabetizar ellos no se asombraron, porque no era el primero ya mi hermana mayor Aida Rosa  Vargas se había incorporado.

Cuando el ataque a Girón, donde se derrotó al imperialismo en menos de 72 horas, ya mi hermana estaba en Varadero, en Caguama. La familia estaba muy preocupada pero mi mamá nos decía que ella estaba cumpliendo un deber con la Revolución, pues desde un primer momento en mi hogar se veía ese carácter revolucionario porque teníamos a nuestra madre de ejemplo, ella era maestra popular y como ama de casa impartía clases a jóvenes  en el barrio El Marabú, que en aquel entonces era un lugar muy temido por las personas y ella se arriesgaba e iba allí. Esa estirpe aguerrida, osada me viene desde la cuna.

P: ¿Cómo transcurrió todo ese período de la alfabetización?

PV: “Alfabeticé primeramente en la zona de Cauto El Paso, un lugar pobre, con un nivel de vida muy bajo. Estaba principalmente en la finca El Jardín, un nombre algo contradictorio porque de jardín no existía ni la más mínima flor, esa zona en aquel momento pertenecía a Bayamo. Llegamos allá sobre las 10 de la noche y los vecinos, al sentir el entusiasmo y la algarabía porque veníamos  cantando el Himno de la Alfabetización, salieron a recibirnos. Esa noche pernoctamos en la casa de un señor al que le llamaban Rondón Rondón. Para llegar allá tuvimos que pasar el río Cauto en una patana tirada por sogas, fueron tiempos muy difíciles, era un lugar muy intrincado, cuando la patana no funcionaba teníamos que pasar en un transporte que ellos le llamaban  cayucos y como niños desafiamos todo tipo de adversidades, para nosotros era una aventura  que cumplimos con mucha responsabilidad. En esa parte de la campaña tuve un percance porque el guao de costa me hizo daño y me salieron unos  grandes forúnculos en la piel, entonces me pusieron tratamiento en Tunas y el médico me dijo que no podía regresar a esa zona, porque era una alergia muy fuerte. Allí estaba enseñando a 4 compañeros y después otros jóvenes de diversas provincias del país que estaban también allí, asumieron por mí esa tarea. Próximamente tuve que regresar a enseñar a mi tierra natal, para el barrio Las Arenas. En este lugarcito terminé la campaña. De allí recuerdo que impartí clases a tres campesinos de la zona, en las casas de  Ernesto Claro y de Octavio Mora.

Posterior a la campaña de alfabetización el 22 de diciembre de 1961 enarbolando todos los lápices y las cuartillas, bajo el lema “Fidel, Fidel, dinos que otra cosa tenemos que hacer”, Fidel  nos encomendó la tarea de realizar la Revolución Técnica y nos informó del éxodo de ingenieros y especialistas de las fábricas del país hacia los Estados Unidos. Después nos trasladamos para Santiago de Cuba para la escuela Pepito Tey y se me orientó ir para el Central Haití como egresado tecnológico en la especialidad de Mecánica General, allí comencé el 2 de noviembre de 1964 hasta la actualidad.

P: ¿Qué datos curiosos nos puede contar de ese tiempo impartiendo clases?

PV: “En la finca El Jardín tuve un caso extraordinario, pues el ciudadano del que le hablaba anteriormente Rondón Rondón se auto alfabetizó, cuando llegamos  allí ya él dominaba las letras, fue algo impresionante, porque cómo una persona sin haber tenido ningún tipo de preparación haya podido enfrentarse y dominar el alfabeto, para mí todavía es un caso asombroso ver como aquel hombre aprendió él solo a leer.
Otro detalle esencial fue en la Escuela Tecnológica Pepito Tey. Cuando terminaba mis estudios en ese centro encontré a una de las personas que yo alfabeticé y el compañero ingresaba ya en la Universidad de Santiago de Cuba, en estos momentos no recuerdo el nombre, pero él se sentía sumamente satisfecho por la labor que realicé, al igual que yo observando el fruto del mi esfuerzo en este compañero quien ya daba los primeros pasos en la enseñanza superior.

P: ¿Cómo fue esa interacción entre maestro y alumno, teniendo en cuenta que apenas Usted era un niño y estas personas mayores de edad?

PV: “La relación con las personas fue muy buena, ellos me aceptaron desde el primer momento, esa imagen yo la guardo en mi mente como un faceta en mi vida que no se puede borrar jamás, porque no fue nada fácil enfrentarse a personas mayores a las  que tú tienes que guiar, enseñarles, en ocasiones ellos tenían sus caprichos. Yo tuve un alumno que contaba con más de 50 años y su hermano era un poco mayor, la mayoría de mis estudiantes eran de la tercera edad y asimilaban perfectamente la manera de dar la clase, la metodología. Fue una experiencia única.”

P: ¿Qué mensaje le quiere transmitir a las nuevas generaciones de cubanos que se inician en el magisterio?

PV: “A los pinos nuevos que continúen con el ejemplo de la enseñanza pues como decía nuestro Héroe Nacional José Martí: “Si no sabes aprende y si sabes enseña”.  Esto constituye unas de las valoraciones más extraordinarias del Maestro porque brindar los conocimientos que poseemos representa una  auténtica satisfacción para cualquier persona. A los futuros maestros que transmitan sabiduría a los educandos que son la continuidad histórica de la Revolución, en momentos en que los profesores tienen una preparación tan excelente pues nosotros fuimos alfabetizadores improvisados cuando lo necesitó la nación y se ha consagrado en la historia de la Revolución como uno de lo acontecimientos más trascendentales de nuestro país y del mundo, por haber sido precisamente Cuba el primer territorio en América  libre de analfabetismo. Es importante  que los próximos profesionales de la educación se desarrollen con el amor y el cariño que se requiere para forjar así a las nuevas generaciones.”

(Por:Glendys Santiesteban Revolta* / Radio Santa Cruz)
* Estudiante de Periodismo