Cedelina Virgen es más brava que el marabú

Cedelina Virgen es más brava que el marabúEl monte no embrutece si el que se adentra en él con ánimos de sacarle nobles beneficios, entrega su alma entera, siembra devoción en la espesura del corazón y suda los huesos hasta el cansancio, bajo el sol bueno cosechado en el verde natural, suficiente para colmar el espíritu y recibir mejor la esperanza.

La pobreza dejó de existir hace más de 50 años en Cuatro Caminos de Santa Rita, allá por la provincia de Bayamo. En las décimas cantadas por relucidos repentistas, sale como recuerdo seco las aflicciones de los males adquiridos, la mayoría acrecentados bajo el espanto de los daños, de los que creyéndose todo poderosos, abusaban sin reparos.

 La cara pegada al surco siempre estuvo dispuesta a sostener entre roces fervientes el azadón desgastado y pulir en el fuerte trabajo el filo del machete, para darle de comer a la prole. Nunca el amor se dejó vencer…

”Mire si es así que a los 18 años me junte con un compañero, quien poco tiempo después se incorporó al Ejército Rebelde. Cuando supo del nacimiento de  su hija quiso bajar de la Sierra Maestra a conocerla, pero… la metralla de una avioneta le destruyó su empeño”.

Ramón Rodríguez García se convirtió en rebelde, pero había dejado un fruto maravilloso en el vientre amado. En La Pimienta recibió desde lo alto la descarga infernal. “Los casquitos venían avanzando por tierra, por eso encontraron el cuerpo hecho pedazos, lo montaron en un caballo y lo enterraron en el cementerio de Bayamo”.

Cedelina Virgen es más brava que el marabúLa situación no permitía averiguar mucho, “los guardias no creían en nadie”. Cedelina Virgen Martínez, permite a sus ojos oblicuos expresar tristeza recogida, sin embargo su rostro mestizo manifiesta encanto ardiente. La fisonomía de aquel hombre vuelve a su memoria y lo besa… le dice cosas… tantas cosas, pero no es capaz de revelarlas todas, quedan en el susurro del tiempo, en el monumento donde se fortalece cada día la historia para las presentes y futuras generaciones.

“Figúrate cómo estaría esta alma con una niña recién nacida. El sólo tenía 30 años, estaba lleno de sueños, nos amábamos tanto… era una persona maravillosa”.

Ayuda desinteresada

No tuvo alternativa, escucha el pedido del padre y vuelve a Mangos de Buena Vista, hacia el interior de las lomas tomadas por Fidel. En ese hogar había un campamento del Ejército Rebelde. “Los casquitos le tenía un miedo enorme a los Mau Mau, cuando cogían para arriba iban temblando”, la risa toma resuelta posición.

El jefe de este grupo rebelde era José Bosa, tomando las precauciones debidas daba las órdenes precisas para el cumplimiento de las misiones. Varios kilómetros distanciaban  a Mangos de Buena Vista de las Minas de manganeso de Árlen, donde estaban emplazados un cuartel y un fortín de la tiranía Batistiana.

“En una oportunidad unos negrones, guardias rurales de pies a cabeza, fueron a bañarse al río Cautillo, uno de los Mau Mau que le decían el Jabao, los sorprendió. Estuvo tres días escondido, hasta logar el propósito. Les dio el alto y afirmó que estaban rodeados, como tenían las armas en la orilla junto a las ropas y zapatos no podían hacer nada. El Jabao se lo llevó todo. Esas gentes regresaron en calzoncillos para su guarida”.

Con Bosa, la joven participa antes del primero de enero de 1959, en la intervención de una inmensa finca de un tal Milanés. Allí estaban 22 colonos netamente cafetaleros, ellos confesaron durante el inventario la cantidad de terreno a su cargo y se les permitió continuar en ese lugar. “Sabíamos la posición política de todos, ninguno se pondría a defender el bando contrario, conocían de sobra el objetivo de la obra revolucionaria”.

El primer carbón

Cedelina Virgen es más brava que el marabúEn Laguna Blanca, cerca del municipio santiaguero Contramaestre, la laboriosa fémina integra una brigada, cuya tarea era tumbar un inmenso monte, área destinada para la siembra de caña. La Martínez fue como cocinera, “me embullé con otra compañera y la invité a hacer la primera tumbita y mire usted, salió el carbón de lo mejor. Eso fue en los primeros años de la Revolución, desde entonces estoy pegada”.

Nunca sus padres la obligaron a realizar duros quehaceres, asevera, fue la propia realidad avistada en su niñez el motivo para unirse a sus hermanos, y darle ayuda correspondida a los progenitores. Entre todos contribuían a la siembra y cosecha del café, el cultivo de frutos menores, tubérculos y cría de animales de corral.

Su deseo de aportar en todo lo posible la integró a los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y a la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). Resultaba otra buena ocasión. Era un  proceso distinto, nacido para darle bienestar y oportunidades al pueblo, para hacer cumplir el Programa del Moncada. Fidel puso en marcha el gran motor transformador en beneficio de los cubanos humildes, en nombre de todos los caídos por la libertad.

“Y sobre todo para nosotras las mujeres. EL Comandante en Jefe nos abrió las puertas, empezamos a tener los mismos derechos, igualito que los hombres.   Hemos demostrado en todos estos años la importancia de nuestra presencia, sin  la mujer, Cuba no hubiera avanzado tanto, ejemplos de verdad, hay. Seremos las primeras en tomar un fusil si a los yanquis se les ocurre tirarse aquí”.

Cedelina Virgen es más brava que el marabúPara ella fue primordial dar su mayor confesión. Quiso desde pequeña ser maestra, soñaba con enseñar, eran muchos los analfabetos. “Fue imposible estudiar esa carrera, papá no podía pagarla. Los guajiros llegábamos solamente hasta el quinto grado. Cuando pasaba por una de aquella escuelitas rurales me quedaba paraba viendo a los muchachos recibir las clases… el aula era mi vida”.

El capitalismo lleno de discriminaciones obstaculizó las aspiraciones de Cedelina. “Mi  maestra quiso llevarme para Santiago de Cuba, le dijo a mis viejos que pagaría los estudios y podría venir cada 15 días a la casa… papá no estuvo de acuerdo…”

La campaña de alfabetización la situó en el caserío Ya veremos, era su gran oportunidad. El magisterio brotó entre el lápiz, la cartilla, el manual y el luminoso farol. “Ser cultos conllevaba a ser libres para siempre. Enseñé a 8 personas adultas a leer y escribir, contribuí en algo. Le afirmo una cosa, me sentí muy, muy felíz”.

Cedelina Virgen es más brava que el marabúEntusiasmada, al finalizar exitosamente la tarea, puso una escuelita en Buena Vista, sin cobrar nada. “Le di clases a los muchachos de la Sierra Maestra, no quería que siguieran creciendo sin aprender. Mis pocos conocimientos se los transmití, era mi deber como cubana”.
Al pie del surco

Sin el aliento del campo sería imposible la existencia de esta Virgen oriental, quien se considera la Ogún del monte. “Siempre he trabajado en la agricultura, estoy tan adaptada a esa dura ocupación que cuando no la hago me duelen los huesos. He limpiado caña, aprendí a computarizar en el corte mecanizado y tumbé mucha caña con una mocha en la mano”.

Si le falta el cigarro, un aromático tabaco y el café, “entonces no hay quien me coja las riendas, pierdo el ánimo, pero si tengo eso no necesito casi comida. Nunca he sido una persona comilona, con poco me sostengo, la naturaleza me ha dado la  fortaleza necesaria. En cualquier trabajo no me paro ni para fumarme un cigarro, por eso adelanto tanto”.

Cedelina Virgen es más brava que el marabúLas rudas labores no han restado belleza a su suave expresión. Hay originalidad en todas las anécdotas, llenas de efluvios frescos, riveras abundantes de Sierra, desenvoltura en los surcos convertidos en rostro sincero, donde se asientan las alegrías, las congojas, los empujes del destino, siempre creciendo en sus manos alargadas, coronadas de uñas pintadas, testigos del cuidado escrupuloso.

“Vivir y trabajar en el campo no significa dejadez. La mujer nunca puede perder la hermosura. Aunque seamos personas de avanzada edad, es cuando más debemos ocuparnos y preocuparnos de nuestra presencia. Es maravilloso lucirle al campo y a la ciudad también”.

La última palabra está por decir

Cedelina Virgen es más brava que el marabúEn la zona del Recreo de este municipio santacruceño residen unos nietos de la Martínez. Hace varios años vino de visita y decidió aceptar la petición de los descendientes “y me quedé, pero como siempre sin depender de la ayuda económica de nadie. Limpié caña durante mucho tiempo hasta la jubilación. Nunca dejé ni una hierbita en los surcos. En cada quincena gano ciento y picote de pesos…”

Un día el jefe de lote le pidió tomara un descanso. Todos los campos asignados a ella los concluía enseguida. La obrera era de ley, sabía adelantar sin apartarse de la calidad. “Le respondí que era un error de él, pues Fidel había dicho que el trabajo hecho se paga. Seguí con igual ritmo y no se atrevió a frenar mis sobre cumplimientos”. 

Por acá conoció a un hombre de dura fibra para la siembra y sentimientos repletos de miel. “Le dije a mi familia ese me conviene y hasta ahora seguimos juntos. El se dedica a sembrar, tiene un buen conuco y yo trabajo en la finca del esposo de otra hija mía. Es allá en Pozo Colorado, a tres kilómetros de la Punta de San Juan”.

Cedelina Virgen es más brava que el marabúRompiendo fango en largos trillos, amparado por la fogosidad de la manigua, trinos de pájaros haciendo piruetas en las arboledas, irrumpiendo el silencio anónimo de las rústicas portadas, batidas algunas veces por el relincho de alguna yegua en celo, pude llegar a mi destino.

Los 71 años no han mellado la armadura de esta voluntariosa campesina. Pareciera ante la vista de quien no la conozca, una persona frágil, pero el que tenga la posibilidad de apreciarla en toda la dimensión de su energía podría quedar boquiabierto.

Cortar marabú puede resultar fatal sino no se conocen bien las mañas y las marañas para evitar los dolorosos pinchazos de las espinas, el ardor de las heridas al menor descuido. “Hacer esto es complejo, pero para mí es fácil, cuando entro al marabú llevó una horqueta, bajo los gajos secos y los tumbo con el machete. Me pincho poco, tengo mejor suerte que los hombres”.

Sabe desafiar la mala planta y obtiene de ella su provecho. Cada semana construye un horno, materia prima hay suficiente. El arbusto ha tomado algún espacio en la finca de un yerno suyo. El carbón elaborado por Cedelina ya tiene fama en el lugar. “No lo hago por necesidad, el estado me da una buena chequera y recibo ayuda de mis hijas”.

Dos maderos tirados sobre la tierra quedan unidos por las puntas en forma de V, en las puntas van algunas tizos, luego de menor a mayor le coloca a su alrededor “varios palos apretados en forma de pirámide, de menor a mayor, de acuerdo al tamaño que vaya a tener el horno, se cubre de tierra y hierba seca, entonces le doy candela. No puede quedar un solo espacio abierto…estaría todo perdido”.

Al realizar sola la tarea, lo obtenido no sobrepasa nunca los diez sacos. Algo de lo envasado lo vende para “comprar algunas cositas para la casa donde vivo con mi esposo, allá en el kilómetro 41… ya mi familia me está pidiendo dejar todo eso, consideran que es hora de descansar. Cierto es, no me ha faltado su colaboración en todos los sentidos, quizás tome un descanso, pero aún no he dicho la última palabra”, dice chupando un fresco tabaco, apenas encendido.

Su familia ha crecido, dos varones y cuatro hembras brotaron de su interior. El tiempo dio espacio para nueve nietos y cinco bisnietos. “La vida ha sido muy bondadosa conmigo

Cedelina Virgen tiene sobrado vigor, muchas ansias e interminables deseos de vivir. El monte la llena de armonía, mientras más tupido sea más le gusta. Aprovecha antes de despedirnos, para ofrecerme un café, molido en un pequeño pilón.

La determinación final queda por definir, mientras tanto otro horno será encendido. “Por dos razones, hacer carbón me hace bien y porque soy más brava que el marabú”.

Santiago Santacruz
Cortesía para Radio Santa Cruz