Danzas caribeñas enriquecen el patrimonio cultural de Cuba

Ciego de Ávila, Cuba.- Los bailes caribeños llegaron a Cuba con el auge de la producción azucarera a principios del siglo XIX, cuando en busca de trabajo entraron inmigrantes haitianos y de otros países antillanos, junto a españoles y chinos.

 

Los provenientes de Haití y del Caribe anglófono, se asentaron en la región oriental de la Isla, muchos venían con sus familias completas con la esperanza de hacer fortuna para luego regresar a su tierra natal.

Pero nunca pudieron hacer el capital necesario para el retorno, debido a que eran utilizados como mano de obra barata, explotados por ser negros y extranjeros y siempre vivieron en extrema pobreza.

Entonces se establecieron en este archipiélago y formaron sus propias comunidades. Por tal motivo un grupo de caribeños se asentaron en Ciego de Ávila, en lugares de poca densidad poblacional, para aprovechar el fomento de nuevas colonias.

Ya ubicadas en los bateyes, las familias comenzaron a crecer, y hasta las mujeres trabajaron duro para atenuar el alto grado de pobreza y así no depender de un solo salario.

Los haitianos y otros caribeños trajeron a la Isla su comidas, bebidas, artesanías, música, idioma, bailes, ritmos y ritos religiosos, todo lo cual cuales mostraban durante las fiestas de sus comunidades.

En aras de mantener vivas esas tradiciones y que permanecieran a través de las diferentes generaciones, cada asentamiento formó sus agrupaciones musicales y danzarías, las cuales hoy forman parte del patrimonio cultural cubano.

LA CINTA, CULTIVADORA DEL FOLKLORE CARIBEÑO

A principio del pasado siglo en el municipio de Baraguá, al sureste de Ciego de Ávila, emigrantes de las islas caribeñas de habla inglesa, principalmente de Jamaica, Barbados, y Trinidad y Tobago, establecieron la comunidad Jamaica Town.

Hasta allí llevaron sus costumbres, bailes, música, comidas, religión, forma de vida y otras tradiciones específicas propias de sus países de origen.

Para mantener vivos esos hábitos, el 20 de septiembre de 1975 crearon el grupo musical y danzario La Cinta, considerado hoy entre los más fieles cultivadores de la cultura folklórica caribeña en Cuba.

Sus integrantes practican bailes como el Calipso jamaicano, aunque matizado con cierta cubanía, pues en sus cantos introducen números nacionales, como La Guantanamera, de Joseíto Fernández.

Con sus pies descalzos y agitando pañuelos multicolores, hombres y mujeres bailan con agilidad y maestría a la vez que son sus sudorosas manos empuñan machetes que levantan al aire.

Emplean instrumentos musicales típicos, como bombo, redoblante, triángulo, pandereta y un conjunto de guitarras, tumbadoras, bongoes y maracas.

La coreografía la apoyan en elementos enriquecedores como es el Donkey, una especie de burrito que lleva en su ropaje uno de los principales danzarines, y que da el toque distintivo a las fiestas.

Muestran, además, bailes en saco, zarandas y zancos, unidos al tono jocoso y al doble sentido de los cantos, que convierten el espectáculo en representante genuino de la cultura popular.

El nombre del grupo surgió por iniciativa de los pobladores del batey a partir de uno de los números, en el cual por medio de la danza enrollan y desenrollan con destreza y plasticidad cintas de diferentes colores alrededor de un poste de madera.

Premio Nacional de la Cultura Comunitaria en el año 2001, el grupo La Cinta constituye un valor considerable en la identidad nacional y es un asiduo participante en la Fiesta del Fuego que anualmente celebra Santiago de Cuba.

Asimismo, resulta anfitrión de las fiestas ancestrales que desarrolla la comunidad el 1 de agosto, día en que se conmemora la abolición de la esclavitud en las naciones anglófonas de la región.

GRUPO NAGÓ, RITO, RITMO Y DANZA

Nagó es una agrupación danzaria formada por descendientes de haitianos, radicados en el asentamiento Sabicú, en el municipio avileño de Primero de Enero, quienes cultivan los ritmos y bailes autóctonos de esa nación antillana.

Las costumbres, creencias religiosas y demás tradiciones se interrelacionan con la nación cubana y crean una particular cultura tradicional de antecedentes francófonos.

Matizados por la danza y la música están vinculados a la religión vudú, de fuerte arraigo en Haití.

Según investigadores del tema en Ciego de Ávila, los cantos de antecedentes haitianos están muy ligados al ritual religioso y en cada bembé o gagá se emplean tres tambores de forma cónica, un cencerro y maracas. El gagá es un complejo musical danzario en el cual presentan diferentes actos, como el arte circense, levantar una mesa con los dientes, la demostración de habilidades con el machete y el bastón, ‘comer’ candela, entre otros.

La parte más excitante de las fiestas rituales es el baile, en los cuales resaltan los movimientos de los pies, los hombros y la pelvis, mediante los que los hombres y las mujeres establecen una especie de diálogo.

No sólo el vudú y el gagá forman parte del folclore haitiano, pues también se incluyen la contradanza y el minué, netamente del país caribeño.

Anualmente en Sabicú se desarrolla el Festival Nacional Afrocaribeño Eva Gaspar In memóriam, para promover los bailes, la danza y la música de raíces haitianas.

Festejos que honran a Eva Gaspar, inmigrante haitiana asentada en la región a inicios del siglo XX, quien fue promotora cultural, rescató las fiestas de Santa Teresa y fundó el grupo folclórico Nagó.

OKAY, PATRIMONIO DE LA CULTURA HAITIANA

Otra de las comunidades haitianas radica en el municipio de Venezuela, en la zona sur de la provincia avileña, y allí radica el conjunto de danza Okay. Fundada en la década de 1980 por el compositor musical e investigador José Manuel García, la agrupación lleva el nombre de una provincia ubicada al sur de Haití, de donde un día emigraron miles de habitantes hacia la mayor isla caribeña.

Portadores de su rico patrimonio cultural, los hombres y mujeres que integran el conjunto artístico cultivan el Vudú, una práctica religiosa establecida en las comunidades haitianas.

Una atracción singular danzaria la ofrece el colorido de los trajes típicos de aquel país, al combinarse amarillo, violeta, azul, rojo, naranja y blanco, lo que embellece el espectáculo.

El vestuario es uno de los elementos que distingue al colectivo e influye en la naturaleza de los movimientos de los bailarines, pues las faldas amplias y los pañuelos son manipulados con elegancia y virtuosismo.

Durante la presentación del bembé cada pareja muestra su destreza en el baile, con movimientos armónicos, acentuados con la cabeza y marcados con los pies, los hombros y la pelvis, para establecer un diálogo al compás de los tambores.

En los festejos sobresalen los cantos de trabajo, utilizados por los antepasados en las faenas agrícolas para acompañar y estimular la constancia en las labores.

Cada baile tiene su canto específico, expresado en creole y refleja la adoración de los santos, a los cuales está dedicada la ceremonia.

El toque fuerte del tambor es un llamado al mundo mágico-religioso de deidades ancestrales, con movimientos rítmicos acentuados mediante diferentes partes del cuerpo, entrelazando la euforia, la algarabía y el alboroto con los que se invoca a sus orishas.

Los giros expresivos y enérgicos, el sacrificio del chivo -animal símbolo de la fiesta-, el canto del solista y el coro constituyen elementos que unen a los bailadores, intérpretes y espectadores.

Los pasos de los danzarines se afianzan en tres tambores, uno grande (de tronco ahuecado) con sonido grave y llamado ‘guó tambú’, y dos más pequeños, nombrados ‘leguedé’ y ‘groundé’, de resonancia aguda.

También emplean el cencerro y las maracas, instrumentos de apoyo al coro que acompaña al cantante principal.

Las canciones están dedicadas al travay (trabajo), son lwa (sus dioses), pou yo bonboche(diversión), pon ti moun (para niños), pou trese ribon (para tejer cintas) y pou gaga (carnaval haitiano).

Los integrantes de Okay desarrollan varios tipos de bailes, entre ellos congó, merengue, cadrik, eliansé, vals, contradanza, minuet y la polkat.

La reina, dueña de la danza es quien dirige y tiene los poderes sagrados. Indica cómo deben realizarse las cosas; pero si se le sube el santo (si entra en trance), es necesario cambiarle las ropas, porque tiene su vestuario específico para el ritual.

Cuando se le apodera el santo, la reina santigua y bendice a todos los presentes con el agua, preparada con varias yerbas, porque, según la creencia, ella tiene poder y facultades ante Dios y los Santos para hacer tal caridad.

Okay mantiene la herencia cultural y religiosa de los ascendientes e impacta a quienes disfrutan de sus presentaciones, principalmente cada 10 de Octubre, día festivo desde la década de 1920 para los habitantes del municipio cubano de Venezuela.

La añoranza por la tierra originaria mantiene vivas las tradiciones de estos grupos étnicos llegados a Cuba en épocas pasadas y seguidas por niños, jóvenes y adultos.

Estas costumbres procedentes de África y que se asentaron en el Caribe son resultado de los procesos de transculturación y hoy forman parte del patrimonio de la cultura cubana.

Este año, la llegada de la pandemia de la Covid-19 impidió la realización de las fiestas tradicionales en las comunidades caribeñas, pero en cada una de sus viviendas rindieron merecido tributo a sus antepasados.

Por Neisa Mesa del Toro/Corresponsal de Prensa Latina en Ciego de Ávila.