Cubanos estoicos ante castigos de Estados Unidos

La Habana, 13 mar.- Aunque no dejan de sorprender, los múltiples castigos de Estados Unidos contra Cuba se convierten en una constante con la que conviven los habitantes de la isla.

Resulta una dura realidad, como la que prescribe el bloqueo económico, financiero, comercial y en otros ámbitos que por casi 60 años sufre la mayor de las Antillas.

Cuba afirma que resulta el cerco más largo de la historia contra país alguno, y lo cierto es que la gran mayoría de los ciudadanos cubanos nacieron bajo sus perniciosos efectos.

La situación prometió cambiar en diciembre de 2014, cuando los entonces presidentes Raúl Castro y Barack Obama acordaron iniciar un proceso de normalización de las relaciones bilaterales.

Pero hoy día esos vínculos están en su ‘punto más bajo’, según lo define la Cancillería de la isla caribeña.

Fue el resultado de la llegada a la Casa Blanca, en enero de 2017, del republicano Donald Trump junto a un grupo de políticos empeñados en revertir todo lo avanzado entre ambos países y apretar a todo dar las tuercas del bloqueo.

No fue casual que Trump escogiera firmar en Florida un memorando presidencial sobre política hacia Cuba en junio de 2017. Desde allí ordenó nuevas restricciones a los viajes y al comercio.

Desde entonces ocurre una sucesión de medidas que la Casa Blanca argumenta van dirigidas contra el Gobierno cubano, pero afectan con todo su peso a los ciudadanos, a las familias, ya sea de un lado u otro del Estrecho de la Florida.

Así ocurrió con la decisión del Departamento de Estado de retirar el grueso de su personal diplomático en La Habana y suspender la emisión de visas. Fue el 9 de septiembre de 2017.

Desde esa fecha los cubanos que pretenden visitar a sus parientes en Estados Unidos, amén de viajes como el de los integrantes de la selección nacional de béisbol al preolímpico en Arizona, deben ir a intentar conseguir el visado en México y Guyana.

A fines del año pasado Estados Unidos prohibió los vuelos comerciales a aeropuertos cubanos, salvo el ‘José Martí’ de La Habana.

Asimismo también quedaron proscritos los vuelos chárter a nueve aeródromos provinciales cubanos y los aterrizajes en esta capital están sujetos a limitaciones.

Ahora un cubanoamericano que quiera reunirse con su familia en Santiago de Cuba tendrá que recorrer casi mil kilómetros por carretera desde La Habana hasta esa ciudad del oriente de la isla.

Cualquiera pudiera pensar en tomar un vuelo doméstico de Cubana de Aviación, pero la aerolínea bandera de la isla está sujeta a fuertes restricciones por parte de Estados Unidos, que le impiden la compra de aeronaves y piezas de repuesto, además de castigos de índole financiero.

El presidente Miguel Díaz-Canel denunció que en el último año el gobierno de Trump anunció como promedio una sanción semanal contra su país.

La lista resulta larga, como lo es la de empresas cubanas que tienen prohibido transacciones comerciales por decisión unilateral de Washington. Entre ellas figuran Cubametales y la Corporación Panamericana S.A., encargadas de adquirir combustibles para el país.

La intención es interrumpir el suministro de portadores energéticos mediante presiones y amenazas a navieras y empresas aseguradoras.

Ya en septiembre y octubre de 2019 el país sufrió la falta de combustibles, lo que obligó a adoptar un plan de coyuntura por el cual incluso hubo que reducir actividades productivas, entre otras afectaciones.

Pero antes, en mayo, la Casa Blanca activó el capítulo III de la Ley Helms-Burton que abre las cortes federales a reclamaciones sobre propiedades nacionalizadas en Cuba a tenor de las leyes de la isla e internacionales.

Se trata así de impedir y desalentar las inversiones extranjeras en el pequeño país vecino, que las necesita para desplegar su economía.

En el colimador está la industria turística cubana, motor impulsor y fuente de ingreso en divisas, y por ello los intentos de enjuiciar a empresas hoteleras como la española Meliá.

A la par la Casa Blanca prohibió en 2019 los viajes de cruceros a puertos cubanos, que dejaron de recibir ese año unos 800 mil visitantes.

‘Otra más’, repiten los cubanos cuando conocen de una nueva medida de Trump. Resulta estoico, y como dijera el presidente Díaz-Canel: ‘Nos tiraron a matar, y estamos vivos’.

Por Orlando Oramas León/ Jefe de la Redacción Nacional de Prensa Latina.