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Relación entre crecimiento y apetito del niño

Relación entre crecimiento y apetito del niñoEl crecimiento, que se produce de forma diferente según la edad del infante constituye un aspecto relevante para el apetito de los niños, lo cual muchos padres pasan por alto.
  
En los primeros meses de vida el bebé presenta un alto desarrollo. Cualquier pequeño duplica el peso del nacimiento a los cinco meses, lo triplica al año, pero ya no lo cuadriplicará hasta los dos años de vida.
  
Eso significa que los padres van a ser testigos de una llamativa conducta del pequeño, que deja de comer aquellos platos rebosantes como cuando tenía de 12 a 18 meses, y la explicación resulta simple y evidente pues su ritmo de crecimiento se ha ralentizado y no precisa las mismas calorías de antes.
  
Así se mantendrá, más inapetente, hasta que llegue el estirón de crecimiento propio de la pubertad.
  
Y entre tanto los padres se manifiestan fracasados y frustrados. Sienten que los niños representan un gran enigma sin soluciones y temen que sus hijos vayan a morir de inanición y, sobre todo, se sienten culpables.
  
¿Cómo dar solución a esa inapetencia? Se debe fomentar el apetito con platos que llamen su atención, pero sobre todo recuperando el circuito normal de hambre-saciedad, mediante el estímulo del ejercicio, o a través de tiempos cortos de las comidas, así como dejándole parte del control de la alimentación al propio niño.
  
Esto significa permitirle que regule la cantidad de comida, ya que los progenitores controlarán el intervalo entre una alimentación y otra, y el tipo de alimento.
  
Hay una diferencia entre hambre y apetito. La primera es un impulso, mientras la segunda representa un hábito que vamos modificando.
  
Hambre es lo que sentimos cuando llevamos muchas horas sin alimentarnos, apetito es esa fuerza que nos convida a pedir un suculento postre después de una opulenta comida, a pesar de estar llenos.
  
Muchos de los menores tienen mal apetito porque nunca les han dejado que sientan hambre. Además, el apetito tiene mucho que ver con algunos elementos externos que se han ido repitiendo durante el aprendizaje normal de las costumbres, como son el babero y la mesa.
  
Esos hábitos cotidianos son muy distintos en diferentes lugares. Así, por ejemplo, en algunas regiones del planeta comer bien es hacerlo de pie en la órbita del fuego del campamento mientras se festeja con una danza.
  
Para la parte del mundo en que vivimos es lograrlo manejando los cubiertos y sentados alrededor de una mesa. (Por Doris Hernández Fernández/ Servicio Especial de la AIN)