Al sur

Que la luz de los abuelos nunca nos falte

Que la luz de los abuelos nunca nos falteQuien no piensa en la vejez como otra etapa maravillosa de la vida está errado. Tenemos el tiempo que nos ofrece la naturaleza para crecer, recibir, y corresponder al cariño y las atenciones que recibimos de la familia y las amistades, sin descontar el apoyo incondicional del Estado hacia nuestro desarrollo integral, tanto técnico como profesional.

Desde la cuna se nos enseña a respetar a las personas mayores, sobre todo a los que al llegar a la ancianidad, ya tienen, por supuesto, un gran camino recorrido, a los cuales le debemos respeto, admiración, incluido el amor, sentimiento que no se ve, pero se siente, y no perdemos ni un pelo al transmitirlo: le hace bien al corazón.


Extender nuestro auxilio a los abuelos y abuelas, cuando lo requieren, da bienestar. Cuanto sembremos, así será la cosecha a recoger. Plantar la semilla del bien no cuesta nada. Sumemos valores, oigamos los sabios consejos de todos los que han vivimos un poco más, qué nos cuesta… ¿verdad?

Desde el año 1964 Luis Álvarez Pato, es Técnico de Higiene y Epidemiología. “Trabajando dedicamente dejé hace rato la juventud atrás, pero tengo la dicha de haber llegado a viejo, es mejor así, y no haber quedado en el camino. Me jubilé, descansé nada más tres meses, y aquí estoy, ayudando, sugiriéndole a los jóvenes cómo deben actuar en el centro de trabajo, en la calle y en los hogares: algunos tienen oídos receptivos, otros no, y es una lástima… algún día comprenderán…”

“Respeto, gran respeto siento por estas personas”, nos dice al inicio del diálogo Alexander Rey Estévez Santaya, profesor de Cultura Física. “Algún día llegaré a esa edad, no me gustaría recibir burlas, ni desatenciones. Desde mi labor les dedico varios días de la semana a un grupo de adultos mayores, quienes me ven como un hijo. Les indico los ejercicios, los acompaño en esas jornadas, y compartimos juntos, tanto las alegrías como las cosas tristes”.

“Nunca nos deben maltratar, más bien ayudarnos, pues ya no tenemos las energías de antes, todo lo hacemos de manera lenta. Siempre críe a los hijos y nietos con mucho amor, sin los consentimientos dañinos. Hoy puedo decir, soy una persona de la tercera edad, dichosa”, nos comenta Juana Yero Rodríguez.

Andrés Zaragoza García, puede sonreír a cualquier hora del día: “¡Así mismo, mijito!, ojalá muchas personas tuvieran el tesoro que tengo en la casa: Te cuento: vivo con la mejor esposa del mundo, la madre de mis hijos, todos ellos me han salido buenos, muy buenos, no tengo de qué lamentarme. Yo me río hasta durmiendo, y cuando me muera seguiré siendo feliz… tengo motivos. Todavía soy útil. Cuanto agarre el bastón, no faltará la ayuda de los seres queridos. Eso hay que sabérselo ganar”.

Alba Yero Pérez, apoya sus pasos en un bastón, sin embargo nos dice en oración completa: “No estoy desvalida. Hoy gozo de lo que ayer di. Tengo el apoyo de los hijos en todo momento. Cuando digo algo que no me gusta, nadie se atreve a contradecirme, por supuesto nunca ofendo, lo refiero de forma educada, así ninguno de ellos se siente mal, y apoyan. Quien empieza bien sigue bien”.

“Nosotros los jóvenes debemos de velar porque los ancianos estén rodeados de ternura. Qué gozo nos da al saber que una persona sobrepasó los 90 años o llegó a los 100. No sólo es la alimentación la que influye, también la tranquilidad espiritual, el saberse queridos. Es un privilegio llegar a viejo. A otros nos tocará esa época…”, indica Danelsi Salgado Rodríguez, Técnica en Cultura Física.

El adulto mayor es la experiencia andante, el guía que no engaña, quien nos enseña a sobreponernos cuando pensamos que ante tal obstáculo, hasta allí llegó todo. Ellos y ellas son la mano derecha en cada casa, por eso nunca les puede faltar el beso dado a voluntad, para que su luz no nos falte. (Raúl Reyes Rodríguez/ Radio Santa Cruz)