Reina María Rodríguez, en casa de Pablo Neruda

Santiago de Chile, 23 ago. -En un espacio íntimo, sobrecogedor, en la Casa Museo Pablo Neruda de La Chascona, una pequeña mujer cubana puso a volar sus musas con el Premio Iberoamericano de Poesía que todavía le parece asombroso.

Reina María Rodríguez no hizo más que ser ella misma, como pocas, en la sencillez de su verso y la sinceridad de sus palabras, para cautivar con una lectura de sus poemas y el asidero de su cubanía enclaustrada dentro de su preciosismo.

Reescribo a mano todo lo anterior, siempre creo que debo mejorar lo escrito, por eso soy tan difícil para los editores, relató en entrevista exclusiva con Prensa Latina esta habanera fascinada con "tantas emociones nuevas e inmerecidas".

La modestia sería en su figura un adjetivo recurrente. Por mucho que se esmere no puede ocultar que la fama, los honores y los reconocimientos le son ajenos. Pero tampoco los rechaza y en Chile, Reina María se vio superada por los acontecimientos.

Primero en el Palacio de La Moneda, donde recibió el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2014 de manos de la presidenta de la República, Michelle Bachelet, y luego con un recorrido por las rutas del Premio Nobel de Literatura chileno.

He sido muy dichosa en esta primera visita a Chile. Me permitieron entrar a lugares que no visita el público en las tres casas de Neruda, una experiencia extraordinaria, porque rebasan lo que conocía por láminas o lecturas, comentó.

Soy una persona que se alimenta de la lectura, he devorado a Nicanor Parra porque es un irreverente, de Virgilio Piñera, de Lezama (José) que es otro registro; no son mejores ni peores, son razas, como Neruda, Huidobro (Vicente) Lihn, (…), dijo.

Laureada por Casa de las Américas en 1984 con Para un cordero blanco y en 1998 con La foto del invernadero; Orden de las Artes y las Letras de Francia en 1999, y Premio Nacional de Literatura de Cuba en 2013, se sitúa hoy en el pináculo de las letras iberoamericanas.

Recuerdo una anécdota que cuando era niña y no sabía leer pero me hacía la que leía, en mi casa había un libro de Rafaela Chacón Nardi a quien mi madre le cosía y dentro de ese libro estaban cartas de Gabriela Mistral, apuntó.

"Un poeta tiene que ser un depredador hambriento, uno va tomando de muchos (…) mientras más nutrientes, más lenguajes tengas, más será el diapasón, como es el diapasón de un poeta como Pablo Neruda", subrayó.

En el Espacio Estravagario de La Chascona, la residencia santiaguina del autor de Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada, Reina María Rodríguez dejó su impronta sin olvidar a su madre de 93 años, su brújula junto a su familia y amigos.(PL)