La autopsia, más allá de la muerte

La autopsia, más allá de la muerte De los términos en latín autos y oasis ( mismo y visión, respectivamente), se conforma el vocablo: autopsia. Palabra que -en cualquier idioma-, produce cierta aversión por su alusión a la muerte, o al equívoco criterio de profanación a los cadáveres, aunque se tenga plena conciencia de su indiscutible beneficio para definir las causas de un fallecimiento.

Desde la Edad Media hasta la fecha, muchos han sido los nombres que consolidaron ese difícil camino. Giambattista Morgagni, Rudolf Virchow y Kart Rokitansky fueron los patólogos precursores, y en Cuba y Carlos J. Finlay, asumieron su ejercicio en las investigaciones sobre la fiebre amarilla.

El método esencial de la anatomía patológica, determina las causas que llevaron al fallecimiento, y a partir de ahí, evitar igual desenlace en quienes padecen la misma enfermedad; y, con más visión de futuro, la experiencia facilita la prevención de casos similares.

Otro beneficio inigualable que, contradictoriamente, garantiza la vida, es que la autopsia constituye fuente propicia de órganos y tejidos para trasplantes a pacientes en espera, sin contar que deviene recurso preciado, tanto en la actividad docente como en las investigaciones médicas.

Desde el punto de vista social, es un elemento conveniente para informar a familiares del fallecido sobre las causas que generaron el deceso, por tanto, alerta los riesgos de contagio y la conveniencia de seguimiento por consulta al resto de la familia. Por último, libera al centro hospitalario de la responsabilidad de una iatrogenia (posible error en el diagnóstico y tratamiento).

La literatura científica acumula una larga lista de los descubrimientos facilitados por esos estudios postmorten, realidad que confirma sus beneficios para el desarrollo de la Medicina, y por ende, de la salud humana.

No obstante, muchos familiares se niegan a autorizar su ejecución por razones sentimentales o religiosas. Comprensible la primera, la segunda invoca al sentido más elemental de ayuda al prójimo -niños, jóvenes y adultos- que esperan por un órgano salvador que frene su inevitable final.

(Tomado de Rebelde)