El planeta necesita que cese lesiva práctica oficial norteamericana

El planeta necesita que cese lesiva práctica oficial norteamericanaReconocido por los propios voceros imperiales como un elemento político que suele apoyar con efectividad sus acciones agresivas, el doble rasero se ha convertido en una constante de la política de Washington.

Se trata, en pocas palabras, de estigmatizar, denigrar y colocar rótulos falseados a aquellos países, gobiernos, organizaciones y figuras que no congenian con los intereses de los poderosos, como manera de desfigurar su imagen pública y contar con pretextos presuntamente válidos para destruirles a la menor oportunidad. Todo con el uso de la poderosa maquinaria mediática creada para esos fines.

De ahí que en reciente debate del Consejo de Derechos Humanos, con sede en Ginebra, volviera Cuba a insistir en la necesidad de poner fin a semejantes prácticas y al pretendido derecho que cree poseer la Casa Blanca de, incluso, establecer listas negras y sistemáticas calificaciones a otros países y gobiernos sobre los más disímiles asuntos, en un absurdo y cínico papel de pretendido “juez universal”.

Semanas antes, y en igual escenario, la Isla había condenado el uso por los círculos hegemónicos de la pretendida “defensa de la población civil” para promover guerras expansionistas y actos violentos en diferentes puntos del orbe que esos autotitulados “defensores de la gente común” no dudan en bombardear indiscriminadamente y causar un elevado número de víctimas inocentes en tales aventuras.

Denigrar a los demás con fines de desestabilización sigue siendo un arma preferente del arsenal agresivo imperial.

De hecho, y de forma regular -apuntábamos en líneas precedentes- el Departamento norteamericano de Estado, convertido en fiscal global, publica inventarios de naciones que, a su juicio, deben ser condenadas y estigmatizadas por las más disímiles actividades criminales e ilegales.

Así, el mayor mercado de drogas del mundo, los Estados Unidos, apunta contra naciones tercermundistas que -según sus cánones- resultan promotoras de semejante flagelo.

La potencia protectora del sionismo israelí y de su ilegal poder nuclear, denuesta de quienes intentan desarrollar el uso pacífico del átomo.

Los gobiernos que invierten miles de millones en guerras sucias, que acogen en su territorio a connotados asesinos, y que no dudan en aliarse a grupos criminales, no vacilan en calificar de terroristas a otros.

Es, sencillamente, la torcida dinámica propagandística que intenta apoyar los golpes arteros contra aquellos que Washington y sus aliados consideran piedras en el camino hacia un acariciado y cada vez más difícil de lograr “absolutismo global”.

Lo grave para tales intereses es que a estas alturas, frente a semejante tormenta de deformaciones, y en un mundo tan interconectado y cargado de crisis de toda naturaleza, cada día son más las personas que no se tragan el anzuelo dorado de la manipulación y de las escenografías destinadas a asumir mansamente lo que a otros se les antoje.

Por Néstor Núñez/ AIN.