Sol: Ni mucho, ni poco

Mucho insisten los médicos en alertar que la piel es nuestro órgano mayor, que además de constituir una coraza que aísla del medio ambiente, transmite a los centros nerviosos las sensaciones que nos rodean, entre otras numerosas funciones.

Según los dermatólogos, las personas de piel muy blanca que no evitan recibir exceso de radiación solar pueden provocarse lesiones cancerígenas (epiteliomas, melanomas) y agravar otras enfermedades como el lupus eritematoso; esto no contradice las ventajas de un horario donde el sol es más benigno – 8 y 9- de la mañana.

Y valga la aclaración de las diferencias en las intensidades de los horarios, porque tanto la ausencia como la escasez de esos rayos en la dermis pueden generar trastornos del metabolismo óseo por déficit de vitamina D, con la consecuente osteoporosis.

Asimismo, tal vitamina actúa como una hormona que estimula receptores de estrógenos, (hormonas femeninas) lo que, sin dudas, beneficia su calidad de vida.

Por cierto, con una alimentación variada y saludable, puede encontrarse la vitamina D directamente en la alimentación: yemas de huevos, vísceras del hígado, aceite de pescado (sobre todo en el bacalao donde se asocia a la vitamina A), y variados vegetales, entre ellos la zanahoria.

No obstante, también se admite recurrir a los preparados farmacéuticos en gotas oleosas o inyectables, aunque estos últimos son de más lenta absorción.

La recomendación de dosificar con inteligencia la exposición solar, nada tiene que ver con las contradictorias; se infiere que, evitar el contacto con el sol en demasía daña la salud, pero sin extremos, un alerta propicio para quienes “huyen” prácticamente del llamado “astro rey”.

(Tomado de Juventud Rebelde)