Al sur

Santacruceño recuerda al abuelo de René, uno de Los Cinco

Santacruceño recuerda al abuelo de uno de Los CincoLos grandes amigos tienen un lugar sagrado en el corazón. Aunque físicamente ya no estén, porque la muerte vino sin avisar, siguen vivos en el corazón de los que con ellos compartieron, si no todos los momentos, sí muchas oportunidades para conocer a profundidad la intensidad de sus sentimientos.

El santacruceño Heliberto Carmenates Betancourt (Payito), siempre tiene temas agradables en el repertorio de su entretenida plática. Pendiente de lo actual, sabe que los días cinco de cada mes se dedica en Cuba y el mundo a intensificar la lucha por el regreso de Los Cinco Héroes a casa, por eso, revivió esta experiencia que de inmediato acaparó nuestra atención.

Parecía hablar de un personaje de alguna leyenda, cuando comenzó a describir emocionado a un hombre del que conserva recuerdos permanentes. “Él era delgado, de unos seis pies o más, con el rostro huesudo y la nariz bastante pronunciada. Podría dibujarlo si supiera. Lo tengo siempre en mi mente. Castaño claro tenía el cabello, ya por esa época algo canoso”.

Entre las remembranzas de la niñez de este santacruceño está indeleblemente marcada la amabilidad de aquel jefe de la estación local del ferrocarril. “¿Cómo no hablar de Sehwerert? Nunca supe su nombre, la gente sólo mencionaba su apellido. Ya en ese entonces él sobrepasaba los 50 años, sin embargo la claridad de las pupilas expresaban la esculpida belleza interior con un lenguaje correcto y andar elegante. Caminaba derecho como una vela. Parecía un militar”.

Distintos colores de camisas de mangas largas resaltaban la piel blanca del hombre maduro. “Se destacaban en el rostro las pobladas cejas y largas patillas bastante copiosas. La expresividad de la voz que salía de entre los finos labios, era aliada del carácter afable y el poderoso dinamismo en su andar”.

La amistad entre Sehwerert y Rafael Carmenates Sánchez (Fello), el padre de Heliberto, se tejió como las redes y los chinchorros para la pesca de carey. “Mi estima hacia él se hizo tan fuerte como los tirantes que sujetaban sus anchos pantalones”.

Fello, alcalde por el Partido Liberal en el barrio de las Doce Leguas, no se desprendía del bote y los remos, ni de la sensibilidad salitrera, parte inseparable de los pescadores. También era muy responsable el encargado de recibir y despedir los trenes. Quizás esta devoción por el trabajo unió a ambos.

“Me daba mucho gusto avisarle a Sehwerert, tras petición de papá, que fuera hasta la casa a comer chicharrones y empellas amarillas de carey, acompañadas de las galletas hechas en la panadería de los Petit, compradas por el amigo”.

El movimiento de algún brisote esparcía de vez en cuando las conversaciones entre ambos. “Nadie podía acercarse, sólo si el asiduo visitante me pedía le llevara alguna galleta. En una oportunidad oí cuando ambos coincidían en que la presidencia de Gerardo Machado se iba a bolina porque era un explotador”.

Los compradores de conchas de carey andaban y desandaban las calles cercanas al mar. Cada cual le ponía un precio. Sehwerert siempre se ofrecía para llevar la mercancía de mi papá para La Habana, donde se la vendía “al menos a siete pesos la concha. Antes de partir le preguntaba al viejo si necesitaba dinero pero papá, sin dejar de mostrar agradecimiento, no aceptaba. Al regreso el fiel camarada le entregaba íntegro cada peso logrado en el negocio”.

“No sé en que momento el jefe de la estación del ferrocarril se fue para la capital a vivir. Vino en una oportunidad. Mi abuelo Nemesio lo acompañó a visitar a muchas de sus amistades, entre ellas a mi viejo. Fue la última vez que volvieron a crujir las galletas fabricadas por los Petit entre los dientes del gran amigo, cubiertas de chicharrones y empellas de carey. La última vez que el pescador y el hombre de elegantes modales intercambiaron sus diálogos entre graznidos de gaviotas y el bamboleo de los botes en el litoral”.

“Tengo ahora más motivos- asevera Carmenates Betancourt– para mantener vivos los recuerdos de ese amigo. René González Sehwerert, uno de los Cinco Héroes cubanos, bravos luchadores contra el terrorismo, es su nieto. Tenía el deber de comentar esta imborrable anécdota. Me siento muy comprometido con la causa de estos patriotas, y orgulloso de haber conocido al abuelo de este titán”.

(Radio Santa Cruz, con información del sitio digital del Joven Club de Computación y Electrónica de Santa Cruz del Sur)