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América Latina bajo la mira

América Latina bajo la miraHace apenas pocos días, el presidente venezolano Hugo Chávez llamaba a los líderes de los gobiernos progresistas del continente a extremar los cuidados ante el reiterado interés de Washington de hacer valer la política del magnicidio como uno de sus instrumentos preferentes para sacar pretendidos rivales del camino e imponer sus intereses.

Aludía al reciente asesinato en Libia de Muamar El Ghadafi a manos de titulados rebeldes y mercenarios al servicio de las potencias occidentales integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Recordaba con todo tino el mandatario bolivariano que a manos de los servicios especiales gringos y sus secuaces, han perecido a estas alturas numerosos dirigentes y figuras políticas progresistas en los más diferentes rincones del orbe y a lo largo de todas las épocas.

En América Latina, se cuentan en concreto el asesinato en Nicaragua de Augusto César Sandino; el golpe de estado en Chile que terminó con la existencia de Salvador Allende; o la eliminación física del comandante Ernesto Guevara.

Están los cientos de tentativas de atentados contra Fidel Castro; los planes terroristas para matar a Evo Morales; la infructuosa revuelta policial en Ecuador que apuntaba a dejar sin vida al presidente Rafael Correa; y las propias intentonas contra la propia persona del jefe de estado de Venezuela.

No es la primera vez que se hacen tales referencias. De hecho, instrucciones oficiales norteamericanas reveladas a la luz pública han sostenido en diferentes momentos que la práctica de utilizar la violencia extrema contra “dirigentes extranjeros incómodos” forma parte de la política externa del imperio.

Tales instrucciones se cumplen mediante los más disímiles instrumentos. Bien por fuerzas militares norteamericanas o sus grupos especiales; mediante el uso de aliados; con la asistencia de las hoy llamadas “agencias privadas de seguridad” (léase mercenarios); o por intermedio de la acción de asesinos al servicio de los obcecados “antiterroristas” del planeta.

Recientes informaciones dieron cuenta de que, en medio de la euforia por el violento cambio de autoridades en Libia, ciertos legisladores norteamericanos han empezado a presionar para que el asesinato contra estadistas foráneos no resulte tema a tratar a hurtadillas en las salas del Congreso o del legislativo, sino a puertas abiertas, como quien habla de remodelar la oficina o firmar el cheque de gastos de representación. (Por Néstor Núñez/ Servicio Especial de la AIN)