Sesenta y seis años llorando por Nagasaki

Sesenta y tres años llorando por NagasakiLa consternación ya se había apoderado de sus corazones unos tres días antes. El horrible crimen se repetiría una vez mas, sin embargo, muy lejos estaban los habitantes de la ciudad japonesa de Nagasaki de vivir sus últimos momentos de paz. De nuevo el fuego y la muerte bajaba del cielo como una sentencia bíblica, y el tronar apocalíptico de otra bomba atómica era escuchado en la segunda ciudad de la nación asiática, sin más pretextos que demostrar cuanto horror podía infringirle a los seres humanos.

El imperio norteamericano se afianzaba como el genocida mayor de la humanidad, sus gobernantes demostraban el desprecio por la raza humana, y su sueño elitista de dominación mundial.

Nagasaki, igual que Hiroshima, era víctima de uno de los crímenes más horrendos cometidos durante la Segunda Guerra Mundial. Aquel fatídico día para los habitantes de la población japonesa se inscribiría en la memoria de todos los hombres.

Con la explosión del artefacto nuclear, morían cientos de miles de personas, arrasados por los efectos devastadores, más del 60 por ciento de la cuidad se perdía físicamente, dejando un paisaje desolado de ruinas y devastación.

La contaminación provocada por la radiación atómica todavía hoy afecta a los japoneses moradores de ambas ciudades.

Con este crimen se escribía el epílogo de la sangrienta Segunda Guerra Mundial, donde la hegemonía y la prepotencia de las potencias bélicas quisieron dominar el destino de la humanidad.

Nagasaki, lo mismo que Hiroshima, a pesar del horror y la muerte, fueron construidas después sobre sus propias cenizas, y cada año, miles de personas se reúnen en el Parque de la Paz en la ciudad de Hiroshima, erigido donde cayó la bomba, para rendir homenaje a las víctimas del seis y el nueve de agosto.

Este Memorial fue declarado Patrimonio de la Humanidad desde 1996, para defender la paz en el planeta.

Dolorosa huella dejada por el imperio yanqui que hoy, 66 años después no cesa de construir calvarios de dolor y muerte, pero los pueblos cada vez se levantan y se unen para evitar que surjan otras Hiroshimas y otras Nagasakis, y el hombre tome conciencia de su lugar en el planeta, y se dedique a construir y preservar, para que haya paz y se defienda la vida. (Hugo Betancourt Mayoral/ Radio Santa Cruz)