Obama: la demagogia como estandarte

Obama: la demagogia como estandarteEn el bolso de viajes del mandatario de la Casa Blanca, Barack Obama, en el compartimiento supremo, no faltó el estandarte inexcusable: la demagogia. Tal ha sido su retórica en su reciente periplo por Brasil, Chile y El Salvador.

“El derecho de los pueblos a decidir su futuro” (Cuba incluida, por supuesto) devino slogan de la tourneé. También lo fue el acto de exhumación de la Alianza para el Progreso (que estuvo a punto de atrapar al continente, colocarlo en manos del gran capital, para luego hundirlo en los océanos).

Nada tienen de extraño esos pronunciamientos, toda vez que el discurso político ha cambiado en la región y Obama no ha tenido otra opción que salir a emplear la retórica para tratar de exaltar las “bondades” del sistema al cual representa, inmerso desde 2008 en la crisis económica intestina, extendida como pólvora hacia todos los confines del planeta.

Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil, algunas naciones del Caribe, hace tiempo atrás hicieron realidad el slogan del Presidente de Estados Unidos (algo retrasado) y decidieron cuál debería ser su porvenir. La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) es ejemplo harto elocuente.

El regreso a vetustos procedimientos, en los tiempos que corren, parece poco probable, salvo en casos bilaterales.

Vista desde otra óptica la finalizada gira, al parecer son los componentes de la cúpula de poder en el poderoso vecino norteño donde a veces toman poco en cuenta las “orientaciones” presidenciales.

Legisladores manifestaron, según agencias noticiosas, que las autoridades deben implementar medidas que frenen la explotación petrolera en la Isla, porque además de representar un riesgo ecológico para las costas estadounidenses, ayudaría económicamente al Gobierno comunista.

Sucede que a la luz de las declaraciones de Obama (Premio Nobel de la Paz) acerca del derecho de los pueblos a decidir su futuro, lo expuesto por los congresistas de Miami deviene negación de lo enfatizado por su jefe. Es decir, el discurso político anda su rumbo, y la cotidianidad marcha por otro. (Por Marcos Alfonso, AIN)