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Carlos J. Finlay, un científico universal

Con su brillante descubrimiento y la aplicación de los principios epidemiológicos del sabio cubano, doctor Carlos Juan Finlay Barrés, en el siglo XIX pudo ser tratada la mortífera fiebre amarilla urbana.

Luego de dedicarse por entero al estudio de las enfermedades que aquejaban a la población, el investigador camagüeyano, quien nació el tres de diciembre de 1833, estuvo muy vinculado a los centros científicos del país y la mayoría de sus trabajos los discutió en el seno de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.

Entre sus múltiples investigaciones, Finlay trató sobre el tétanos infantil, la tuberculosis, el paludismo, la lepra y otras enfermedades.

Más el gran aporte  de su genio a la medicina mundial está referido a la teoría del agente intermediario en la transmisión de enfermedades infecciosas, que le permitió descubrir la forma de propagación y control de la fiebre amarilla, el más terrible azote epidemiológico de su época en Cuba.

Luego de estudiar más de 600 variedades de mosquitos, el experto llegó a la conclusión de que sólo la hembra de ese insecto, clasificado hoy como Aedes aegypti, era capaz de explicar toda la historia natural de la enfermedad, según refiere el doctor Gregorio Delgado, historiador del Ministerio de Salud Pública.

El descubrimiento de Finlay sirvió también, indirectamente, para mostrar a los pueblos los turbios manejos del entonces naciente imperialismo norteamericano, ya que se trató de adjudicar la gloria de este descubrimiento a una comisión de médicos estadounidenses y quitarle así el gran mérito al destacado científico cubano.

Con sólo 48 años de edad, Finlay había dedicado más de dos décadas al estudio de la fiebre amarilla, desde su graduación en los Estados Unidos en 1855.

El 18 de febrero de 1881 fue el primer científico del mundo que expuso ante un auditorio de especialistas, reunidos en la Conferencia Sanitaria Internacional de Washington, su teoría sobre la transmisión de la fiebre amarilla por el mosquito Aedes aegypti.

Merecidos reconocimientos públicos y privados al insigne sabio cubano figuran en los archivos de la Fundación Alfred Nobel, donde se encuentran documentos que prueban cómo, entre 1905 y 1915, Finlay fue propuesto repetidamente para obtener el preciado galardón en Medicina.

Entre los solicitantes aparece Sir Ronald Ross, premio Nobel de Medicina en 1902.

En 1907, la Escuela de Medicina Tropical de Liverpool, Gran Bretaña, le entregó su más alta distinción, mientras un año más tarde, el gobierno francés le otorgó la insignia de la Legión de Honor, reservada a personalidades de reconocido prestigio.

El ocho de noviembre de 1911, el cubano fue nombrado miembro corresponsal de la Academia de Medicina de Francia.

Una gran parte de su larga existencia, que sobrepasó los 80 años de edad, el doctor Carlos Juan Finlay la dedicó a la organización de la sanidad pública en Cuba y creó las bases de la Escuela Cubana de Higienistas de principios del siglo XX.

En mayo de 1902 fue nominado como jefe nacional de Sanidad y del Departamento de Sanidad Municipal de La Habana, cargos que desempeñó hasta 1909, y por primera vez en el mundo, la organización de salud pública en Cuba fue elevada a categoría ministerial. (Por Iris Armas Padrino, AIN)