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Terrorismo: el dulce refugio de Miami

Los Estados Unidos, y en especial la sureña ciudad de Miami, tienen el dudoso privilegio de constituirse en los resguardos de lo peor del orbe, en particular, de la escoria hemisférica.
  
En la populosa y veraniega urbe de La Florida confluyen sin mayores problemas, terroristas, traficantes de personas, capos de la droga, ex matarifes y torturadores latinoamericanos, mafiosos del juego y la prostitución y ex oligarcas de manos sangrientas destronados alguna vez en sus respectivos países.
  
Es, en suma, la olla donde se cuece junta la crápula regional y en la cual figuras políticas locales en activo y con no poca influencia, se dan la mano con tales estamentos delictivos en contubernio que deja su huella, y bien fuerte, en la propia ejecutoria nacional norteamericana.
  
Miami ha sido, por ejemplo, la sede permanente de la contrarrevolución activa contra Cuba a lo largo de cinco decenios.
 
Allí radicó la principal estación CIA para operaciones en el extranjero, dirigida especialmente contra la mayor de las Antillas, bajo cuyos fueros se organizó la invasión mercenaria por Playa Girón.
  
También el apoyo a las bandas contrarrevolucionarias en el Escambray, la infiltración de grupos de sabotaje y el entrenamiento y remisión a nuestra patria de terroristas encargados de destruir, matar, y atentar contra los dirigentes de la Revolución.
  
Miami se ha convertido también, con los años, en el paradero final de connotados asesinos enrolados por decenios en ese encono contra la Isla.
  
Están allí porque contaron –y cuentan– en primer lugar, con la anuencia oficial, y con el insistente padrinazgo de senadores y congresistas locales que han recibido cuantiosas sumas para sus campañas provenientes de entidades ligadas al crimen como la Fundación Nacional Cubano Americana.
  
Precisamente, revelaciones en ese sentido aparecieron  recientemente en la prensa cubana a propósito del interrogatorio al mercenario Francisco Antonio Chávez Abarca, detenido en Caracas y remitido a La Habana, un íntimo colaborador de Luís Posada Carriles en sus acciones agresivas contra Cuba y el resto de los gobiernos progresistas de América Latina.
  
Según ese testimonio, la legisladora Ileana Ros-Lehtinen, ganadora entre los cubanos  del calificativo de "Loba Feroz" por su bochornoso papel durante el secuestro del niño  Elían González, se sitúa como la figura política que marchó a la cabeza en los trámites por ubicar libremente en La Florida al matarife Orlando Bosch, coautor intelectual con Posada Carriles del atentado contra una aeronave cubana sobre las costas de Barbados en octubre de 1976 con 73 personas a bordo, e íntimo amigo de Enrique Ros, padre de la susodicha congresista.
  
En 1991, precisan los datos publicados en La Habana, Ileana Ros-Lehtinen  gestionó directamente con el presidente George Bush padre, ex jefe de la CIA, la entrega de aviones a los titulados Hermanos al Rescate que dirige el ex mercenario, terrorista y agente José Basulto.
  
Aparatos con los que se violó en numerosas ocasiones el espacio aéreo cubano y se provocaron los incidentes del 24 de febrero de 1996, los cuales  estimularon la aprobación de la Ley Helms-Burton como parte de los esfuerzos contrarrevolucionarios por arreciar el bloqueo a nuestro país.
  
La propia fuente añadió que en 2008 la legisladora tramitó el indulto presidencial para el terrorista Eduardo Arocena, implicado en el asesinato en 1980 del diplomático cubano en la ONU, Félix García Rodríguez, y en la colocación de bombas en lugares públicos del propio Estados Unidos.
  
Más recientemente Ros-Lehtinen ha jugado papel importante en las recaudaciones de fondos para pagar a los abogados de Posada Carriles, radicado con toda tranquilidad en territorio norteamericano y a espera del juicio migratorio de menor cuantía.
   
De manera que bajo el cielo de Miami, Dios los crió y el Diablo les junta. Ese y no otro sería, sin dudas, el dicho popular más acertado a la hora de describir este cómplice maridaje, cuyo sustrato común no es otro que el odio a la independencia y la autodeterminación de todo un pueblo. (Por Néstor Núñez, AIN)