Reordenamiento laboral, reto para la familia cubana

Frente a escenario económico tan complejo como el actual, las líneas generales de la política social de la Revolución Cubana continúan dirigidas hacia tres objetivos de alta prioridad: garantizar el empleo, la salud y la educación, brindando iguales oportunidades de acceso con independencia de extracción social, raza o sexo.
  
Gracias a esa política no han existido situaciones generalizadas de pobreza extrema o crítica, indigencia o extrema polarización social, lo cual distancia a la Isla de la dramática situación de otros países latinoamericanos.
  
De lo que ahora se trata es de mantener esos pilares con el máximo de eficiencia, uso racional y óptimo de los recursos, dado que las limitaciones materiales y financieras  obligan a poner fin al despilfarro, al descontrol, las plantillas infladas, al exceso de subsidios y de gratuidades indebidas, entre otros imperativos impostergables.
  
Pero como subrayan las sicólogas cubanas, doctoras Patricia Arés Muzio y  María Elena Benítez, las alternativas  adoptadas por la Revolución ante la crisis y el bloqueo norteamericano han producido -quiérase o no-  impacto en la familia y en la percepción de la relación individuo-familia-sociedad y familia-Estado.
 
También han ocasionado efecto diferenciador en la situación de la micro-economía familiar, pues algunas de las medidas estuvieron dirigidas, en lo fundamental, al saneamiento de las finanzas internas.
   
Ello supuso incrementos en el precio de servicios básicos como la electricidad, el agua y el alcantarillado, o el aumento de la tarifa en el pago del transporte y las comunicaciones, hasta la eliminación de gratuidades en los espectáculos deportivos y culturales, por solo citar algunas.
  
Ahora se agregan otras decisiones mucho más sensibles: la reducción de las plantillas considerablemente abultadas en el sector estatal, y la ampliación del ejercicio del trabajo por cuenta propia y su utilización como alternativa más de empleo de quienes queden excedentes. 
   
“Al adoptar estos acuerdos -afirmó el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro, el primero de agosto último- partimos de que nadie quedará abandonado a su suerte, el Estado Socialista brindará el apoyo necesario para una vida digna, mediante el sistema de asistencia social a aquellos que realmente no estén en capacidad de trabajar y sean el único sustento de sus familias”.
    
El asunto se debate hoy en el seno de la familia cubana a la cual se le reconoce su capacidad de adaptación a las profundas transformaciones socioeconómicas que han tenido lugar desde el triunfo revolucionario de enero de 1959, las cuales han repercutido en la estructura y dinámica de la población y producido, también, cambios y reajustes importantes en el ámbito familiar.
   
Tal cual afirman Patricia Arés y  María Elena Benítez, es en ese ámbito donde tiene lugar la toma de importantes decisiones sociodemográficas.
   
Por ejemplo, están las relativas a la formación y disolución familiar, la libre elección del número y espaciamiento entre los hijos, la educación y socialización de los pequeños, el acceso a la vivienda, el reparto de la actividad económica entre hombres y mujeres, y la determinación de emigrar.
  
Además de la reducción de plantillas y la ampliación del trabajo por cuenta propia, se suma el régimen tributario que responda al nuevo escenario económico y garantice a los incorporados a ese sistema, contribuir a la seguridad social, abonar impuestos sobre los ingresos personales y las ventas; y a quienes contraten trabajadores, pagar el tributo por la utilización de la fuerza de laboreo.
  
Se trata de que en el seno de cada familia, en la cual uno o más de sus miembros podrían quedar disponibles, ser reubicados laboralmente o pasar al trabajo por cuenta propia, esta problemática  se analice con inteligencia, profundidad y transparencia, en aras de buscar la solución beneficiosa para todos.
   
Pero hacerlo desde el principio de ver el trabajo como necesidad vital y la principal fuente de ingresos.
   
Incluso, el paternalismo del Estado de mantener durante largos períodos el pago del salario a quienes quedaban interruptos, también llegó a su fin y, como se ha explicado, el primero en preocuparse por buscar el empleo debe ser el propio trabajador.
   
No podemos obviar que este proceso de reordenamiento laboral, el cual podría afectar a una madre soltera, al joven recién incorporado a la vida laboral o al padre de familia, si no cumplen el requisito de idoneidad demostrada se suma a los grandes desafíos a encarar por la familia cubana debido a las dificultades económicas y financieras del país, agravadas por el impacto del bloqueo y la crisis mundial.
   
Como explicara recientemente en un programa radial la sicóloga Yoanka Valdés, esos retos incluyen tratar de mejorar las condiciones de vida o los problemas de la vivienda, enfrentar el envejecimiento poblacional, la satisfacción de las necesidades cotidianas de la alimentación, las obligaciones escolares y hasta los propios asuntos de relación de la pareja y de convivencia.
   
A lo anterior agregaríamos la batalla ideológica por mantener los valores morales de la sociedad, el asunto del salario insuficiente y el de la doble moneda, por lo que cada día el empleo está llamado a ser la principal fuente de ingresos. Además, en la producción de bienes y servicios y en el incremento de la eficiencia, constituyen vías para la solución de parte de las actuales dificultades.
   
Como subrayó Raúl el primero de agosto último ante la  Asamblea Nacional del Poder Popular,  “hay que borrar para siempre la noción de que Cuba es el único país del mundo en que se puede vivir sin trabajar”, y este llamado de urgencia no admite más tiempo para su solución y deviene nuevo reto para la familia cubana. (Por Fidel Rendón Matienzo, AIN)